El tamaño de la planta de producción de baldosas de cerámica Zanón lo deja a uno sin aliento: mide más de nueve hectáreas, está robotizada y los galerones donde se encuentran las máquinas son impresionantes con una altísima tecnología. Uno se pregunta de inmediato cómo los dos centenares de obreros se animaron a tomarla en sus manos y sobre todo, tomar la responsabilidad de echar a andar la producción en ausencia de los mandos y en especial, del patrón: Luis Zanón.
Hace ya más de 10 años, muchas empresas en medio de una de las peores crisis económicas del continente, en Argentina, una historia se repetía por todo el país que indignaba a los trabajadores: primero se retrasaban los pagos, luego los patrones de manera oculta, comenzaban a vender insumos y maquinaria para después, intentar presionar a los trabajadores con el chantaje de la quiebra, a que aceptaran despidos masivos y peores condiciones de trabajo y por supuesto peores salarios. Esta historia, detalles más, detalles menos se multiplicó muchas veces. Pero lo que une a estas historias no es el engaño de las patronales, sino la dignidad de los trabajadores.
Muchos, dándose cuenta de lo que sucedía, comenzaron a resistir el remate de los insumos y la maquinaria. Otros, cuando los patrones abandonaban la fábrica sin pagar varios meses de salarios acampaban en sus puertas. Y otros, comenzaron algo nuevo. No se sabe quien comenzó pero luego de varios meses de conflictos sin solucionar, y después de discutirlo en sus asambleas, se tomó una decisión que cambiaría sus vidas: tomar las fábricas y hacerlas funcionar por ellos mismos. Sin patrón.
No fue sencillo. Sin los dueños y muchas veces sin todos los administrativos y los capataces, los trabajadores tenían el reto de hacer funcionar la fábrica ellos solos, es decir, como muchos lo llaman, de manera “autogestiva”. Lo hicieron. Y además lo llevaron a cabo organizando una pequeña revolución al interior de la fábrica y los trabajadores de Zanón son el ejemplo más exitoso de esas innumerables experiencias: reorganizaron los salarios haciéndolos igualitarios. Reformularon las decisiones de manera radical: se hablaría y decidiría sobre la producción en asamblea. Las coordinaciones de cada sección serían rotativas. Las finanzas serían abiertas a todos y serían colectivas. Eliminaban así a la burocracia y democratizaban la producción.
Se pensó que no lo lograrían. Algunos en efecto, no lo hicieron. Los trabajadores de Zanón, sin embargo, continuaron. No fue fácil. Las policías trataron de desalojarlos. Los patrones de demandarlos. Los gobiernos de derrotarlos. Por mucho tiempo mantuvieron la vida de ellos y sus familias en un hilo frente al peligro del desalojo o la derrota. Los trabajadores de Zanón, sin embargo, siguieron y continúan hoy 10 años después, siendo la fábrica de cerámica más importante de Argentina, produciendo enormes cantidades de productos y manteniendo el “control obrero” de la producción. Pero no sólo.
Argumentaron que la fábrica no era de ellos sino de la comunidad, por lo que una parte de los excedentes han servido para colaborar en la apertura de centros barriales, donar materiales para escuelas, hospitales, comedores infantiles y para organizarse con los habitantes de Neuquén, la provincia argentina donde se encuentra Zanón. Incluso, cuando se necesitan nuevos trabajadores se pide a la comunidad presente propuestas para privilegiar puestos de trabajo para sus habitantes. Junto con colectivos juveniles y comunitarios organizaron el grupo de teatro con vecinos y trabajadores de la planta industrial e incluso el proyecto “Educación en fábrica” para que muchos de sus obreros pudieran terminar la secundaria.
Zanón es la experiencia más exitosa de producción, control obrero y experiencias alternativas de todas las fabricas “recuperadas” por los trabajadores en Argentina. Quizá por ello llegan delegaciones de toda Europa, Norteamérica y América Latina para conocer su proceso. También por ello bandas de rock como Bersuit o Ska-p e incluso Manu Chao han ofrecido conciertos en las mismas instalaciones de Zanón reivindicando esa forma organizativa.
Zanón, ya no es lo mismo. Porque los trabajadores desde la toma del 1 de octubre de 2001, han cambiado por completo, porque no necesitan de los poderosos. Por eso el nombre de su cooperativa es significativo: FASINPAT, que quiere decir Fábrica Sin Patrón, nombre que aparece rotulado en todos los empaques de sus productos que se ingeniaron en comercializar y distribuir. La explicación de este proceso (que se repite en Argentina en 270 fábricas recuperadas, pero también en Brasil y en menor medida en Uruguay) pareciera más sencillo cuando uno escucha a los propios trabajadores. En medio de la posibilidad de un desalojo, hace ya varios años, un obrero en asamblea, con la voz entrecortada decía:
“quieren venir a reventarnos; acá estamos los que le dábamos de comer a la familia Zanón, cuando éramos obreros dignos…y somos obreros dignos ahora. Hoy en día porque queremos hacer valer nuestros derechos somos subversivos, zurdos, lo que sea…tienen que dejar de sufrir nuestras familias. Queremos trabajar dignamente y tener un sueldo bueno…¡y nada más!. Yo prefiero morir peleando que morirme en mi casa muerto de hambre”.
FASINPAT demuestra que la gente común está haciendo cosas extraordinarias. FASINPAT anuncia la posibilidad de otra forma, de otro modo, de otros mundos. FASINPAT, fábrica autogestionada, a más de 10 años de control obrero pareciera que se ha especializado en una producción muy especial: la de la esperanza.