Todo comenzó con un asesinato. La policía disparó contra un joven de apenas 15 años de edad. Alexandros Grigoropolus caía el 6 de diciembre de 2008. Pero quizá no todo comenzaba con la muerte de este joven libertario, de vestiduras negras, cabello desordenado y enorme sonrisa que tenía aún el rostro de un niño. La indignación, la rabia, esa energía social que en todas las insurrecciones ya flota en el ambiente antes de que estas comiencen ya se había extendido entre toda la juventud griega. Un divorcio entre jóvenes y sistema se había ya fraguado. El asesinato en Exarjia, un barrio céntrico de Atenas, fue la llama que inició el incendio de la pradera. La brutalidad policiaca contra anarquistas es sólo un síntoma de una violencia estatal contra migrantes, jóvenes, pobres. Como en muchas otras partes. Dicen que de inmediato, por mensajes electrónicos vía teléfonos móviles, la rabia y las convocatorias se transmitían de manera incesante. Al día siguiente, miles, miles en las calles se enfrentaron a las policías en numerosas ciudades. Grecia arde desde entonces…pero era sólo la primera señal de lo que se acercaba.
Apenas un año después, el Secretario de Economía del Gobierno griego cenaba cómodamente en un restaurante con su familia. De pronto, de las mesas contiguas comenzaron a insultarlo. Un momento después comenzaron a arrojarle comida. La furia venía en ascenso. Y es que las cuentas no cuadraban en el entonces recién electo gobierno de Georgios Papandreu. El desempleo que afecta mayoritariamente a los jóvenes-muchos que protestaron contra el asesinato de Alexandros- ronda el 25%, y la deuda pública supera en 113% el Producto Interno Bruto. Grecia se endeudó de manera brutal con los gobiernos conservadores con los banqueros internacionales que prestaron el dinero con medidas usureras. Frente a lo impagable de la deuda el gobierno de centro-izquierda decidió acudir en emergencia, a la ayuda de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Como en muchas otras partes del mundo, la respuesta fue la misma: ¿quiere salvar a su país?: ¡véndalo!. Un plan de medidas brutales fue anunciado a comienzos de 2010: congelación de salarios, reducción del 10% de las pensiones y jubilaciones y de los ingresos de los empleados públicos, la prolongación de 65 a 67 años de edad para la jubilación, el aumento del IVA más allá del 20%, y recortes atroces a la educación, la salud y los servicios estatales en general. Grecia arde desde entonces.
La tarde del 25 de mayo de 2010, la gente comenzó lentamente a congregarse en las calles respondiendo a convocatorias a través de las redes sociales. Como en Egipto, la plaza Syntagma comenzó a ser el epicentro de la organización y la rabia. Miles. Miles. En asamblea decidieron decir No. Que la crisis la paguen los ricos. Que la paguen los plutócratas. Ya nunca decidirán por nosotros. Con estas medidas no tenemos futuro. “No estamos dispuestos a vivir en una supuesta democracia en que los que deciden sobre nosotros lo hagan sin nosotros” fueron algunas de sus palabras. Y decidieron que no aceptarían las decisiones del gobierno. Cercarían el parlamento e impedirían la decisión. Llamarían a la huelga general. Comenzaba la rebelión.
Plaza Syntagma es un centro de deliberación de miles en asamblea cada día. Las manifestaciones han vuelto ingobernable al país. Una decena de huelgas generales, han paralizado la economía. Los enfrentamientos con las policías dejan numerosos heridos. Una verdadera batalla entre el gobierno griego y el pueblo y en medio las reformas “dolorosas pero necesarias” para los de arriba, injustas y antidemocráticas para los de abajo. En las huelgas generales no funcionan las oficinas ni las universidades, todos los trabajadores han cerrado los centros de trabajo. La basura se amontona en las calles porque los trabajadores de limpieza forman parte del movimiento. La participación de los trabajadores llega al 90%. Con la aprobación de algunas medidas la crisis se generaliza y cierran los comercios, los sin techo se multiplican, pero también los autos incendiados, las barricadas en las calles, las asambleas por todo el país. En los festejos oficiales, muchos funcionarios tienen que huir perseguidos por la gente. Incluso en los partidos de futbol, cuando al equipo griego le anotan un gol, los asistentes gritan: “Así nos joden los deudores” y sacan cientos de pancartas contra el gobierno y sus medidas.
Papandre ha tenido que renunciar después que apenas hace unas semanas protagonizara una sainete con la Unión Europea, cuando los gobiernos alemán y francés lo obligaran a aceptar las condiciones de préstamo para la deuda griega a cambio de nuevos recortes y programas de ajuste. En las calles, la furia sigue. En las calles, en plaza Syntagma surge la rebelión de la gente común, que rápidamente se politiza frente a los engaños y el control de sus vidas como si fueran títeres por los banqueros, los poderosos de Europa y los gobiernos griegos, reducidos a gerentes administradores de Grecia. Algo pasa en plaza Syntagma en Atenas. Algo pasa en el mundo. Es la indignación generalizada contra el dinero, contra los poderosos. En Grecia, es la rebelión que no cesa.