No se puede entender la historia de lo que va del siglo XXI mexicano, incluido el parteaguas electoral de 2018 y la experiencia del gobierno progresista de Andrés Manuel López Obrador, sin reconocer el carácter epocal de la fractura política generada por las masivas protestas que ocurrieron en el país en el trienio 2012-2014, con los movimientos #YoSoy132 y por los 43 de Ayotzinapa, de los cuales fueron protagonistas los jóvenes, en particular los estudiantes.
Entre mayo de 2012 y diciembre de 2014, vastos sectores de mexicanos, jóvenes en su mayoría, se indignaron y se movilizaron para denunciar rasgos escandalosos de un régimen político –es decir una configuración estatal y un sistema partidario– que se reproducía a través de la corrupción, la imposición y la violencia.
En 2012, el #YoSoy132 cuestionó el proceso electoral, denunció la manipulación mediática y la imposición del candidato del PRI a la Presidencia y se enfrentó a una despiadada represión cuando intentó subir el tono de la protesta. El movimiento por los 43 de Ayotzinapa adoptó formas de confrontación violentas en Guerrero, mientras en la Ciudad de México reprodujo y expandió el formato de las marchas masivas que ya habían marcado el paso del #YoSoy132. Al mismo tiempo, profundizó y radicalizó la crítica en clave anti-sistémica –que el #YoSoy132 había concentrado en los medios de comunicación, el proceso electoral y la candidatura de Peña Nieto–cuestionando al Estado mexicano en su totalidad,en tanto régimen autoritario solo revestido de una formalidad liberal-democrática. El lema-denuncia “Fue el Estado”, que retumbó en las calles y las plazas de todo México, apuntaba a la cúspide y al conjunto institucional, partidario y mediático del orden político, sin las distinciones y los matices que habían aparecido en los movimientos anteriores.
La huella y el saldo de estos movimientos que sacudieron pero no cambiaron radicalmente los equilibrios políticos pueden encontrarse, menos inmediatos y tangibles pero más duraderos y de fondo, en la gestación de una generación, en su experiencia de politización ysus huellas andadas y por andar.Una generación que no marchó sola pero logró alzar una voz tan sonora que estremeció el país y, por su ímpetu, supo ponerse a la cabeza de un ciclo de luchas populares, entre las cuales, en medio de la transversalidad ciudadana, destacaban por lo demás las víctimas de la violencia estatal, paraestatal y delincuencial así como diversas expresiones,más o menos organizadas, de las clases subalternas mexicanas. Una generación que supo ser más que un grupo etario, un dato estadístico o sociológico, sino una franja de la juventud que logró configurarse y perfilarse subjetivamente a través de una serie de formas de agregación y manifestarse históricamente, en tanto su irrupción logró “hacer época”, a pesar del sabor a derrota que dejó en la boca de muchos de sus protagonistas.