En la década de los noventa y durante casi dos décadas, convergieron tres poderosas fuerzas en la capital mexicana: por un lado los jóvenes y los estudiantes organizados. Por el otro, la enorme influencia de los pueblos indios rebeldes: el zapatismo. Y por último, el movimiento del rock mexicano que se sintió llamado a unirse a ellos en las calles, plazas y universidades.