El espectador poco atento cree que no hay una historia, y el crítico de la explotación cree insuficiente esa denuncia. No logran mirar que el cúmulo abrumador de esas microdominaciones ata, esclaviza, atrapa a la protagonista por su condición femenina, étnica y de clase. A Cleo le robaron la vida, y ella misma lo ha normalizado.