Gobernada por asamblea reúne a miles de personas. Autorregulada por una estructura compleja de brigadas y comisiones, participan cientos de manera rotativa, especialmente mujeres. Las redes familiares precarizadas, de familias subalternas la constituyen, pero también la organización, la ideología y la lucha que ponen de pié a un sujeto colectivo en medio de una de las urbes más grandes del mundo. Es la cooperativa Acapatzingo, una verdadera comunidad urbana en el cruce de Iztapalapa y Tláhuac. Un islote de democracia directa y autogestión.
Hace taños que comenzaron esta otra estrategia. Decidieron ir a contracorriente de la decisión que había tomado la mayor parte del Movimiento Urbano Popular (MUP), es decir, tomar el camino electoral, siendo parte de la izquierda institucionalizada. Fue una decisión radical fundada “en otra concepción del trabajo de masas”. Y es que los logros de la organización en su conjunto, que agrupa a varios asentamientos más además de Acapatzingo, resultan importantes, especialmente al construir instituciones comunitarias en plena urbe, trabajo colectivo en donde no media la identidad indígena y se mantiene la participación popular sin clientelismos. Esa otra estrategia combina un horizonte explícitamente socialista, con la visión que fue apareciendo de un concepto que antes no estaba en su discurso: la autonomía. La ruptura radical, tanto ideológica como organizativa y política, la resume uno de sus dirigentes, Enrique Reynoso:
Nosotros modestamente tratamos de aprender del EZLN y del MST, porque son derroteros en América Latina. Modestamente creemos que nos acercamos en varios aspectos: [en] la construcción de espacios con cierta autonomía… esencialmente en esta necesidad de aprender y comprender que los movimientos no surgen de arriba hacia abajo, que los movimientos se van dando de abajo hacia arriba y que es este equilibrio en la toma de decisiones donde se rompe o se empieza a romper con el sistema que demanda obedecer los dictados de una clase o sector ubicados por encima de los demás.
Ese rompimiento es lo que permite constituir a la comuna urbana que es Acapatzingo y la otra decena de pequeñas comunidades-asentamientos. Esa ruptura es otra estrategia del Frente Popular Francisco Villa Independiente-UNOPII.1
Douglas Lummis, —quien Susan Sontag elogiaba su trabajo “Democracia Radical”— dice en su texto que “la democracia no significa poner el poder en algún lugar más que donde se encuentre la gente”; en general, dice Lummis, la democracia depende del localismo. También devela lo que hoy es evidente, que el pueblo representa una abstracción teórica y no personas de carne y hueso y que el partido tome el poder no es lo mismo que el pueblo tome el poder. Esa mediación, esa maleable y a veces sutil diferencia es lo que permite reabrir la discusión de cómo se gestionaría una sociedad verdaderamente democrática y en especial cómo se regularía una sociedad no capitalista. La discusión sobre localismo y democracia radical propuesta por Lummis no es menor, ya que sigue una senda abierta por las luchas del siglo xx y xxi sobre la posible autoregulación de la sociedad que va desde la comuna, los soviets, los consejos obreros y la autogestión generalizada en la España revolucionaria de la guerra civil, hasta las discusiones actuales sobre el Estado comunal en Venezuela y el socialismo comunitario andino. Acapatzingo es un epicentro, un núcleo, una unidad de democracia radical. Acapatzingo ha construido una estructura de democracia radical, donde sus habitantes controlan de manera creciente sus propias vidas, es decir, ejercen autodeterminación.
Cada decena o docena de familias se organizan por brigadas. Todas las brigadas realizan trabajos colectivos rotativos que van desde faenas de construcción hasta las fiestas de aniversario de la organización, que recuerdan el tequio indígena pero hecho por familias urbanas. Es decir, los trabajos de mayor esfuerzo se realizan cooperativamente entre todas y todos. Las brigadas envían de manera más o menos rotativa representantes a todas las comisiones de trabajo. Por tanto, hay delegación en una estructura intermedia muy amplia que regula la vida cotidiana, cuando no hay asamblea, ya que esta dirige las decisiones relevantes.
Los avances en estos procesos organizativos se encuentran llenos de contradicciones e imprevistos pero también de aprendizajes y logros que pueden verse en cada uno de los proyectos de esta peculiar comunidad: la comisión de Salud ha formado promotoras, que se capacitan en prevención y su horizonte es combinar la medicina tradicional y moderna. Vigilancia ordena el acceso a la comunidad, con la participación rotativa en las puertas, pero ensaya ya formas de justicia colectiva. Prensa ha montado una radio libre y comunitaria “La voz de Villa” sostenida por jóvenes de la organización. En la organización se trabaja ahora con herramientas de la educación popular, para hacer más participativas las actividades por medio de dinámicas lúdicas y analíticas a la manera Freireana. La propia construcción de la comunidad, de sus edificios e infraestructura ha sido orientada en asamblea: desde la toma de los terrenos y su posterior compra, pasando por la construcción de espacios comunales para niños, ancianos y colectividades como la “Casa Nuestra” que resguarda diversas actividades culturales. Mientras tanto, el FPFVI-UNOPII ensaya ya planes y programas de estudio y proyecta su metodología educativa alternativa de educación no bancaria.
Poco a poco estos asentamientos se han convertido en comunidades. Así la llama la gente: “la comunidad”. Acapatzingo construye comunidad como trabajo cooperativo para sobrevivir en colectivo, como gestión política de esa autorreproducción social que requiere de esas instituciones para vivir la vida misma: asamblea, comisiones, brigadas y, por supuesto, gobierno, o mejor, autogobierno. Comunidad democrática radical podría definir bien a Acapatzingo. No ha sido sencillo. A lo largo de los años algunos abandonaron la organización porque no se acostumbran al trabajo colectivo. Los problemas comunitarios son muchos, desde el sexismo hasta la violencia, desde la precariedad hasta el hostigamiento de los gobiernos emanados de la izquierda contra la organización. Si se ensaya la autonomía urbana, esta es parcial porque todas las familias dependen del trabajo explotador, precario o informal del cual sobreviven. Si se ensaya una experiencia de democracia radical esta es parcial porque se vive dentro de la mancha urbana dirigida por el Estado y por el capital. Si se ensaya la autogestión esta es limitada, porque, bien lo sabe su dirección, no existe en la ciudad un movimiento generalizado desde abajo que construya comunidades a la manera de Acapatzingo.
Sin embargo, Acapatzingo como algunas otras experiencias urbanas bien destruyen la preconcepción de que en la ciudad es imposible la democracia asamblearia y el vínculo comunitario. Acapatzingo también permite ver una vía de construcción social desde abajo, pero también de construcción política que se refiere a la politicidad del gobierno de la vida en común y cotidiana, distinta a la politicidad estatal. Ilumina entonces la diferencia entre el gobierno sobre otros y el autogobierno, tema abandonado por las izquierdas hegemonistas o electoreras, que priorizan en todo momento la discusión sobre la “toma del poder” pero poco o nada teorizan sobre la emancipación y sus formas. Por tanto Acapatzingo, aún en medio de sus evidentes limitaciones es una ventana para mirar posibilidades emancipatorias.
El término comunización es poco conocido en castellano pero en la pasada década tuvo un fuerte debate entre los marxismos franceses alternativos, especialmente entre las revistas Troploin y Theórie Communise. En ella, comunización se define como el proceso, el movimiento y lucha de “negación directa de las relaciones sociales capitalistas” y su reemplazo por otras relaciones.“Acapatzingo es ejemplo de un proceso de comunización, local, limitada, pero que también aspira a un proceso generalizado de cambio social radical. A pesar de sus avances autonómicos, el FPFVI-UNOPII construye de manera permanente vínculos a nivel urbano, nacional e internacional. Entre sus objetivos, derivados de una ideología que ellos mismos definen como marxista-leninista aspiran a transformaciones a gran escala.
Varios filósofos, teóricos y geógrafos de izquierda marxista, han arremetido contra la democracia directa. Las militancias que priorizan el hegemonismo ven estas experiencias como meras ilusiones autonomistas o incluso garrafales errores que buscan “construir el socialismo en un solo barrio”. Acapatzingo y su organización el FPFVI-UNOPII y muchas experiencias como estas quizá no son políticamente correctas porque son praxis viva, abierta, contradictoria.
Muchas de estas experiencias son experimentos de descentramiento político y gubernativo que las experiencias más estadocéntricas y autoritarias son incapaces de asimilar. Segundo, porque es obvio que cultivar lechugas o decidir en asamblea no es revolucionario en sí mismo, pero el proceso que permite construir autodeterminación y constituir un sujeto autonómico sí lo es: familias subordinadas, dominadas por la precariedad material e inmaterial se ponen de pié no solo organizativa sino políticamente, construyendo saberes y haceres populares que son los que precisamente permiten salir de la subalternidad, si entendemos esta no solo como desposesión de los medios de producción sino como la experiencia de la dominación donde se niega al sujeto. Salir de la subalternidad es precisamente desarrollo autónomo, potencia propia, capacidad colectiva de autorregulación. Por supuesto no hay emancipación sin que la sociedad en su conjunto se emancipe, pero estos cambios prefiguran formas más allá de la estatalidad.
Estas unidades de autorregulación son indispensables para pensar y teorizar una sociedad autodeterminada. Es imposible proponer programas de cambio estatal o de revolución política sin contar, al menos, con la imagen de las unidades mínimas que podrían constituir sistemas de regulación urbana, regiones autónomas indígenas o sistemas de regulación fabril alternativas sin conocer, experimentar y hacer en la práctica nuevas formas de regulación social. Los consejos de tierras urbanas en Venezuela, o las juntas de buen gobierno zapatistas como sistemas de democracia radical urbana la primera, rural la segunda, hablan de la complejidad institucional —estatal o no— para enfrentar el reto de un socialismo democrático, de una sociedad poscapitalista, o al menos de cambios profundos y radicales de participación popular desde abajo. Acapatzingo entonces, no es solo una hermosa experiencia local y autonomista, es praxis que obliga a las izquierdas a mirar hacia abajo, hacia donde se constituyen no sin contradicciones, procesos de emancipación que anuncian posibilidades del mañana.
1 El Frente Popular Francisco Villa Independiente-Unidad Nacional de Organizaciones Populares de Izquierda Independiente, es una de las cuatro vertientes del FPFV formado en 1988, el cual se dividió a finales de la década de los noventa.