- El alzamiento indígena en la madrugada del primero de enero de 1994 es la rebelión que cuestionó el orden neoliberal en auge, que señaló a la dictadura perfecta, que dejó desnudo al poder salinista, que echó abajo la mentira de que México entraba al primer mundo. El alzamiento indígena fue un terremoto social que los discursos y análisis oficiales quieren borrar, olvidar, menospreciar, pero que sacudió al país entero, a la izquierda, al régimen priista, a los empresarios, a los medios, a la academia. La rebelión mostraba y muestra la dignidad de los pueblos indios y fue un manotazo político: ¡YA BASTA! . Que acusaba y denunciaba la pobreza y el olvido, pero también el racismo enraizado en lo más hondo del México profundo. La rebelión en sí misma fue una maniobra político-militar que asombró al país y a buena parte del mundo. Las armas hablaron: señalaron que había indígenas organizados que demandaban libertad, democracia y justicia. A 20 años, el alzamiento reverbera.
- El Ejército Zapatista de Liberación Nacional apenas unos días después hizo escuchar su palabra. Frente al ofrecimiento de la amnistía que concedía el gobierno respondió ¿De qué tenemos que pedir perdón?. Frente a la exigencia de hacer conocer sus demandas respondieron: “Para todos todo, nada para nosotros”; frente al cuestionamiento de sus demandas para los pueblos indios aclararon: “Queremos un mundo donde quepan muchos mundos”. Frente al cuestionamiento de quiénes eran respondieron “somos la dignidad rebelde, el corazón olvidado de la patria”. Unos años después resumían así su lucha: “Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias”. La palabra zapatista en uno y cada uno de decenas de comunicados retumbaban en todo el país. La palabra zapatista era esperada por muchos. La palabra zapatista era reproducida por aún más. La palabra zapatista asombró, entre historias y cuentos, entre poesía y política, entre análisis brillantes, una teoría muy otra y una forma de mostrar su propuesta política que quedó condensada en su exigencia de que “el que mande, mande obedeciendo”. A 20 años, la palabra zapatista sigue hoy multiplicando resonancias en todo el planeta.
- Por todo el mundo el mensaje del alzamiento y de la palabra zapatistas fue leído, escuchado y comprendido. Se encendieron por todo el mundo pequeñas rebeldías inspiradas en esos indígenas que cubrían sus rostros. Desde los primeros días, miles salieron a las calles. Desde ese 1994 cientos salieron en caravanas hacia el sureste en rebeldía. Miles comenzaron a llegar a esas comunidades que se habían alzado. Millones participaron en las iniciativas de un movimiento sin precedentes que dialogó y unía sus fuerzas con colonos y artistas, con campesinos y académicos, con trabajadores e internacionalistas, con estudiantes y escritores, con otros indígenas y otras luchas de México y el mundo. Una larga historia de decenas, de cientos de organizaciones que salieron a apoyar, a acompañar pero también a aprender de un movimiento, quizá el más importante del mundo. Después de 20 años, no hay espacio para narrar los cientos, quizá miles de acciones, de marchas y tomas, de protestas y colectas, de conciertos y caravanas, de asambleas y consultas, de talleres y conferencias, de paros y cartas, de acopios y bailes, de millones de personas que en México, Europa y América Latina se han realizado en torno del EZLN. A 20 años el movimiento multitudinario, polifónico y diverso alrededor del zapatismo ha dejado una historia de movilización social.
- En el sureste mexicano hubo una revolución radical. No todos lo saben. Pero en estos 20 años los indígenas tzeltales, choles, tzotziles, zoques, mames y tojolabales que integran el Ejército Zapatista de Liberación Nacional han creado una de las experiencias de autonomía más avanzadas –sin exagerar tanto por su masividad, duración y profundidad- quizá, de toda la historia. A 20 años, esa revolución ha permitido construir 1500 escuelas, que hoy tienen sus propios programas y planes de estudios discutidos comunidad por comunidad y donde se realiza una educación muy otra, en su lengua, con su historia y realizada por ellos mismos. Otros ejército ha surgido en Chiapas: el de los cientos de promotores de salud que en cada comunidad desarrollan una cultura de prevención y de cura, tradicional y moderna a la vez y hasta donde hay clínicas donde hacen cirugías ellos mismos. En ese territorio, el zapatista, han surgido las radios comunitarias, el comercio sin intermediarios, la producción colectiva. Una silenciosa revolución que ha hecho que los más humildes tomen de manera autogestiva, su destino en sus manos, en la construcción de la autonomía.
- De esa experiencia, quizá la que más brilla es la propuesta zapatista o mejor, la práctica zapatista de autogobierno. Miles llegan cada año de muchas partes del mundo para ver, conocer y entender uno de los procesos más radicales pero también más exitosos: el del gobierno donde se manda obedeciendo, donde el pueblo manda y el gobierno obedece. Un proceso de toma de decisiones colectiva desde abajo que combina rotatividad y discusión asamblearia. Representación mandatada por los muchos donde no se genera una elite de gobierno, donde el ejercicio de gobierno no se delega, donde no hay separación entre gobernados y gobernantes. La experiencia zapatista es el ejemplo de cambio y emancipación que demuestra en la práctica que otra forma de hacer política es posible, que otra forma de gobierno, desde abajo, es posible. La propuesta zapatista de emancipación y liberación funciona día a día, cuestionando el orden de quien domina y explota.
La estrella zapatista entonces, tiene cinco puntas: el alzamiento, su palabra, el movimiento multitudinario que provocaron, su ejercicio de la autonomía y su proyecto de liberación, de emancipación. La estrella zapatista, a 20 años, sigue brillando.