Cuando uno cruza las puertas de este barrio inusual, uno se da cuenta de inmediato de que algo muy especial sucede en este rincón del oriente de la Ciudad de México. No sólo porque uno es recibido por las guardias rotativas de los vecinos que mantienen la seguridad barrial en cada acceso para las más de 500 familias de la Cooperativa Acapatzingo; ni tampoco por los mensajes colgados en las puertas con numerosas invitaciones de talleres y otras actividades culturales; sino esencialmente porque al cruzar el umbral de esos accesos uno puede ver y sentir otro orden, uno alternativo, en medio de la gran capital.
Llama la atención enseguida que las jardineras de las banquetas estén frondosas y cuidadas; que las casas aunque sencillas y modestas brillen con pintura reciente; que los pocos autos que circulan lo hagan a muy baja velocidad, dentro de este barrio que restringe la entrada a los que no son sus habitantes y que por tanto los niños pueden correr por las calles y llenar de carcajadas algunos espacios recreativos, que sabemos, han sido construidos con mucho esfuerzo y que por mucho tiempo sólo fueron sueños, pero hoy son realidad.
Si uno camina por “La Polvorilla”, se puede ver el enorme cerro rojizo que a poca distancia señala la zona de minas y de caserío popular en la que nos encontramos: Iztapalapa, una de las zonas más pobres de la urbe más grande del continente. Y sin embargo, aunque uno no puede ver opulencia en este barrio autoorganizado, quizá se puede encontrar con otro tipo de riqueza: la que se basa en la cooperación, la colaboración, la reciprocidad y la organización de los más pobres.
Se puede encontrar la radio libre que han organizado sus habitantes en una de las casas del barrio y que funciona de manera autogestiva y a la que han llamado la Voz de Villa Radio, o bien, los huertos en el invernadero que muchas mujeres cuidan; en medio de la pobreza de la urbe, crecen alegres, hierbas medicinales, chiles y hasta lechugas. Se venden ahí mismo, en las tiendas cooperativas de la organización, las cuales están al interior de este asombroso barrio. Y si uno espera un poco más, quizá lo inviten a las actividades culturales de cine que organiza la comisión de cultura y si es sábado quizá con suerte uno podrá ver cómo estos cientos de personas acuden rigurosamente a la asamblea de la cooperativa, donde todos los vecinos -muchos de ellos mujeres jóvenes con niños en brazos o de la mano- discuten y se ponen de acuerdo en torno de los problemas más cotidianos y sencillos pero también toman difíciles decisiones de salir a la calle, protestar y movilizarse en defensa de sus derechos o en solidaridad con otros pobres y excluidos como ellos.
Cuando uno observa las fotos de hace 15 o 10 años, de la tierra que tomaron estas familias, casi no puede reconocer ningún detalle del viejo y enorme predio. En pésimas condiciones uno puede ver precarias construcciones, prácticamente un campamento de personas paupérrimas en medio de la desolación, la falta de agua, de pavimento y de electricidad. Hace tiempo ya de eso. Muchas marchas, plantones y protestas tuvieron que hacerse para que el gobierno otorgara algunos recursos para construir estas viviendas, esperando años. Y cuando los recursos no llegaban, el trabajo colectivo ha hecho posible todo lo que uno ve y que mira como logros de la gente sencilla y humilde: vendedores ambulantes, comerciantes, albañiles, diableros, desempleados, trabajadores precarios todos, que tuvieron la necesidad de una casa, pero también el sueño de una vida digna para ellos y para sus hijos.
Nadie se imaginaría que esta cooperativa Acapatzingo, que hoy es visitada por organizaciones nacionales y hasta de muchas partes del mundo, por su ejemplar organización urbana a partir del esfuerzo colectivo, es el núcleo de varios proyectos del Frente Popular Francisco Villa Independiente-UNOPII..Nadie pensaría que adentro de este barrio se vive otra vida; nadie pensaría que estos niños, sus calles, su radio, su asamblea, sus huertos, sus espacios recreativos, sus casas, sus brigadas de seguridad, un día fueron sólo sueños; nadie imaginaría que estos “Panchos” -como les dice la gente cariñosamente- tienen aún más sueños urbanos: su propia escuela y sistema educativo gestionado por ellos mismos; su propia clínica gestionada desde los promotores de salud que ya funcionan. Como ellos dicen:
Entendimos que nuestra lucha no empieza ni acaba con un predio o un solar, ni en cuatro paredes y un techo, que la lucha que ha de transformar al mundo empieza por nosotros mismos, por dejar a un lado el egoísmo, por empezar a pensar en colectivo, es decir, empezamos a dejar de ser yo, para empezar a ser nosotros.
Acapatzingo es esperanza porque en medio de la soledad ha prosperado lo colectivo; porque en medio de la pobreza ha crecido la organización; porque en medio de la gris ciudad ha germinado el verde de sus cultivos; porque en medio de la vorágine de esta gandalla Ciudad de México, se ha sembrado, ha germinado y ha crecido- como ellos mismos dicen- el “nosotros”.
Pineda, C.E. (2012) Cooperativa Acapatzingo: Sueños urbanos de una vida digna. Publicado originalmente en la Gaceta Universitaria de la BUAP no. 97 octubre