Estaban ahí desde hacía cientos, quizá miles de años, viviendo a las orillas de ese río y del valle en su itom ania, es decir, en el “mundo yaqui”. Vivían entre el teeka –cielo- y su Toosa –nido-, que constituye de manera indisociable a su pasado y su memoria, los seres vivos y ellos mismos, su propio mundo. Como en muchas otras partes en América Latina su pueblo tiene su propia manera de concebir y vivir el mundo. Como lo tupinambas de Brasil que vivían sin diferenciar entre la realidad y el sueño. O como los mapuche que se orientaban y se designaban cargos a partir de los sueños. Ellos, ellas, consideran que tienen el mismo origen que los animales, que ambos provienen de los seres llamados surem. Son los yoemem, los que hablan fuerte, los hombres, son los yaquis, que hoy, siguen viviendo a las orillas de su río.
Cada pueblo en América, a la llegada de los invasores, los nombró de distinta forma y hoy tienen una palabra para designar a los que no son parte de su propio pueblo. Caxlan es la forma de los tzotziles para designar a los mestizos. Winka fue el nombre que le dieron a los blancos los mapuche. Se dice que significa “nuevo inca” porque los incas trataron de conquistar una y otra vez a los mapuche sin lograrlo. Yori es la palabra que los yoemem utilizan para los blancos que llegaron a sus tierras, por supuesto con la intención de dominarlos. Yori designa simplemente a los que no son yaquis, pero también puede significar, “matador de gente”, “látigo”, “afrentador” o incluso “los que no respetan la ley tradicional”.
Y es que los yoris ayer y hoy siempre intentaron dominar a los yaquis, poseer su territorio. Pero al igual que en toda América Latina, los yaquis, resistieron. Una y otra vez, lucharon. A pesar de haber sido derrotados en el siglo XIX, perseguidos, deportados desde su tierra en Sonora hasta Yucatán y Quintana Roo. Muchos huyeron a Arizona. Muchos volvieron al valle y su río a pié desde el otro lado del país. Once levantamiento armados entre 1740 y 1928 demuestran que a pesar de las derrotas y la guerra de exterminio que se volcaron sobre ellos, resistieron y hoy siguen vivos como tribu.
Hoy siguen peleando. Los gobiernos quieren quitarles el agua de su río. La fuente de vida del valle del yaqui que sirve para la agricultura. Como en muchas otras partes del país y de América Latina un mega proyecto, un acueducto de casi 175 kilómetros se llevará su agua hacia la ciudad. Y es que el agua para los yoemem sirve para vivir. Pero el agua para la ambición yori sirve para comerciar y crecer de manera infinita en territorios y bienes naturales que por definición son finitos.
La ambición yori es el crecimiento. El desarrollo que le han llamado. La gran industria. La economía. La ambición yori siempre es controlar los territorios y los bienes que nunca serán suficientes para saciar dicha ambición. La manera yaqui es vivir y sobrevivir en común. La ambición yori se llama capitalismo. Unas y otras son formas de concebir y vivir el mundo. Unas y otras luchan entre sí, como en toda América Latina. Unas para vivir y seguir siendo “nosotros”, seguir siendo yoemem, seguir siendo yaquis, con sus tierras, su valle, su río. Otros para atizar el “yo”, que se vuelve mercancía, salario, producción y consumo que necesitan cada día más tierras, cada día más materiales, cada día más agua. Unas y otras luchan entre sí.
Los yaquis pelean. Un gobierno, el del General Lázaro Cárdenas les reconoció su territorio hace mucho tiempo. Ahora, luchan contra el despojo del agua. Han peleado en los tribunales y los tribunales yori les han dado la razón. Y sin embargo el acueducto se construyó. Ganaron las peleas en las leyes yori y sin embargo el acueducto ha comenzado a llevarse su agua. Así que cerraron la carretera. Protestan. Se movilizan y no están solos. Desde ciudadanos de la región que también han formado un movimiento, hasta el apoyo zapatista que llega desde el sureste mexicano. No están solos contra la ambición yori.
Pelean por el agua y el río. Como antes lo hicieron los pueblos de Bolivia contra la privatización del agua en Cochabamaba en el año 2000. Como se alzaron en 2008 los awajun, wampis, matsiguenga y shibipo en la Amazonía peruana contra los megaproyectos de muerte y destrucción. Como defienden los lagos y lagunas los pueblos de Cajamarca en Perú. Como lo hacen los amuzgos en la montaña de Guerrero defendiendo su río. Como los campesinos de la Parota en Guerrero peleando por el río Papagayo contra la enorme presa que también les quitará el agua.
Los yaquis no están solos. No porque todos lleguen al valle del yaqui en Sonora a apoyarlos. Sino porque mapuches, tzotziles, quechuas, aymaras, tupinambies, awajun, mepha, amuzgos, tojolabales, zoques, na saavi, rapa nui, u’wa luchan contra la ambición que los quiere despojar de la madre tierra y todos sus bienes. Esa ambición se llama winka en Chile, o yori en Sonora. Pero la codicia se llama allá o acá capitalismo y contra ella los yaqui se levantan y juntos a ellos, muchos y muchas como ellos. Es una desigual batalla. Es una larga pelea. Es la lucha entre los yaqui y la ambición yori.