RESUMEN: En el presente artículo se describen las principales formas de acción colectiva del movimiento mapuche en Chile alrededor de la disputa por tierra, territorio y bienes naturales. Se analiza la respuesta del movimiento mapuche a la industria forestal a través de lo que llamamos el movimiento “mapuche de recuperación de tierras” así como una visión panorámica de procesos de resistencia local a los procesos extractivos mineros, a la desposesión de tierras por la construcción de proyectos hidroeléctricos entre otros. Finalmente, se concluye con una breve reflexión sobre los ejes de antagonismo y subjetivación del movimiento mapuche en torno de la conflictividad que contiene claramente una dimensión ambiental.
Palabras clave: movimiento mapuche, industria forestal, industria minera, Coordinadora Arauco Malleco, conflictos socioambientales.
Summary: In this article it is depict the main forms of colective action in the Mapuche Movement in Chile around the dispute of land, territory and natural resources. This article also analyzes the response of the Mapuche movement to the forestry industry with what we called Mapuche movement for “recovery of land” as well as a panoramic vision of the processes of local resistance to mineral extraction processes, to the dispossession of land by the construction of hydroelectric projects between others. Finally, the article concludes with a brief reflection on the axes of confrontation and processes of transformation into subjects of the Mapuche movement around the unrest that clearly has an enviromental dimension.
Key words: Mapuche movement, Forestry industry, Mining industry, Arauco-Malleco Coordinator, Socio-enviromental conflicts.
La conflictividad ambiental en Chile, tiene como uno de sus actores principales al pueblo mapuche, pueblo originario que en los últimos quince años, ha protagonizado un intenso antagonismo frente al Estado y diversas empresas nacionales y trasnacionales. El objeto de disputa en esta interacción antagónica es prioritariamente –aunque no de manera exclusiva[i]– el territorio y los bienes naturales. Es a la vez un conflicto material y simbólico. Por un lado, se juega la desposesión de las bases materiales de reproducción social del pueblo mapuche ante agresivas políticas desarrollistas y extractivistas especialmente en el movimiento mapuche en lucha por tierra y territorio. Existe también por otro lado, un campo de conflicto por cómo se distribuyen costos, efectos y beneficios[ii] debido al desbordamiento de las externalidades de los proyectos forestales, energéticos, mineros, de la industria salmonera y de proyectos de infraestructura y comunicaciones. Esta segunda dimensión puede entenderse como un movimiento mapuche de afectados ambientales. Por último, un tercer ámbito de lucha es aquel donde se enfrentan diversos paradigmas y racionalidades societales donde existe un choque entre las formas de organización social orientadas a la máxima ganancia y otras formas de reproducción social no basadas en el valor de cambio. Aunque intrínsecamente interrelacionadas, trataremos de analizar estas tres dimensiones de conflicto donde el protagonismo está representado en el pueblo mapuche, en la “gente de la tierra[iii]”.
La industria forestal frente al pueblo mapuche: la disputa por el territorio
“Los dueños de Chile somos nosotros, los dueños del capital y del suelo; lo demás es masa influenciable y vendible; ella no pesa ni como opinión ni como prestigio”
Eduardo Matte Pérez. 1889.
Ascendiente del grupo económico Matte, propietarios forestales en el Chile contemporáneo.
El eje de crecimiento chileno, basado desde la dictadura pinochetista en un proceso de expansión del sector primario y de las industrias intensivas en el empleo de recursos naturales hacia los mercados de exportación es parte de una tendencia continental que podríamos considerar incluso como un crecimiento hipertrófico – en términos ambientales- de sectores como la industria forestal y la minera.
La industria forestal, basada en la sustitución de bosques nativos húmedos de la región templada-fría (en Argentina y en Chile) por plantaciones de monocultivos forestales (especialmente de pinos y eucaliptos) se explica por el enorme capital con que cuentan las empresas forestales que les permite adquirir impresionantes extensiones de tierras y bosques, a débiles regulaciones ambientales y a poderosos incentivos fiscales. En el caso argentino, el crecimiento forestal a partir de la vigencia de ley forestal 25.080 permitió que de una producción de 4.7 millones de toneladas de madera de plantaciones en 1999 se pasara en 2006 a 7.9 millones de toneladas y para 2010 a 9.3 millones[iv]. La implantación industrial de árboles (destinados mayoritariamente a aserraderos y fábricas de celulosa) hizo que en 2007 en ese país se exportaran 1000 millones de dólares con casi 1.2 millones de hectáreas de monocultivo forestal. (Aranda, 2009).
En Chile, la frontera forestal se extiende cada año cerca de 50 mil hectáreas. En ese país, sólo el 7.5% de las plantaciones forestales está en manos de pequeños propietarios, en tanto el 66% pertenece a grandes capitalistas. Sólo el grupo Angelini tiene 756 mil hectáreas, mientras el grupo Matte supera el medio millón (Zibechi, 2008:121). La evolución de los monocultivos forestales en Chile, deja ver claramente cómo el programa de reordenamiento económico fue provocado directamente por las políticas de la dictadura y su continuidad y profundización por los gobiernos democráticos. Para fines de 1974 -poco después del golpe militar – la masa de plantaciones existentes en Chile era de 450,000 hectáreas. Para 1994, cubría ya un área de 1,747,533 hectáreas, el 78.8% de las cuales correspondía a pino radiata y el 13.6% a eucalipto (Montalba, 2005). Para 2009, el área cultivada llegaba a 2.1 millones de hectáreas (Gómez Leyton, 2010: 398). En 2010, el sector forestal fue el segundo sector exportador (sólo abajo del cobre) y el primero basado en un recurso natural renovable con casi 2.3 millones de hectáreas[v].
Este crecimiento invasivo requiere por supuesto de cada vez mayor disponibilidad de tierras en un ecosistema que ancestralmente había sido habitado por el pueblo mapuche tanto en lo que hoy es Argentina como en Chile, correspondiente al territorio mapuche antiguo del Puelmapu y el Gulumapu, respectivamente[vi].
El crecimiento sostenido de la industria forestal, basado en la maximización de ganancias, provoca una seria contradicción al perseguir un crecimiento infinito en territorios finitos, habitados además material y culturalmente por el pueblo mapuche, cuyas características étnicas están ancladas en el territorio. Existe aquí una contradicción que pareciera irresoluble: el capital forestal requiere de crecimiento constante que tarde o temprano invade, privatiza, cerca o presiona a las comunidades mapuche; por otro lado, los pueblos originarios necesitan el territorio como forma de reproducción socio-étnica (material e inmaterial, productiva y simbólicamente) y como base de sus estructuras de autoregulación (estructuras e instituciones sociales, económicas, políticas y culturales existentes o parcialmente existentes). El conflicto es evidente por la posesión, regulación y propiedad de la tierra y el control territorial a partir de ellas.
El comportamiento de la industria forestal en Chile, es coherente con la necesidad del capital de crear siempre nuevo espacio para la acumulación, una “solución espacial”, que pueda construir un nuevo plano de demanda efectiva. (Harvey, 2001). Debemos agregar además que dicho crecimiento tiene características en su desarrollo histórico en Chile de lo que se denomina “acumulación por desposesión”, (mercantilización- privatización de la tierra, conversión de varios tipos de propiedad -comunal, colectiva, estatal- en derechos de propiedad exclusiva, supresión del acceso a bienes comunes, entre otros) (Harvey, 2003); además de que “las exportaciones son el elemento más importante de la demanda agregada y por tanto las que transmiten el dinamismo al resto de la economía” que depende absolutamente de sus recursos naturales (Villarino, 2005: 187). Crecimiento territorial, historial de acumulación por desposesión y dependencia de la economía de las exportaciones ancladas en los bienes naturales explican el interés del Gobierno Chileno de sostener el modelo forestal a pesar de que ha sido ampliamente criticado por sus efectos socio ambientales y explica a la vez uno de los componentes del conflicto con el pueblo mapuche.
El proceso de la industria forestal tiene tres grandes componentes depredadores: las propias plantaciones de monocultivos, la fabricación de celulosa y los aserraderos. Los efectos naturales y sociales de la activación del ciclo de acumulación basado en la producción forestal, son alarmantes. Existen muchos trabajos sobre estos efectos, pero autores como Montalba y Carrasco los enumeran de manera breve como: destrucción de bosque nativo, disminución de la biodiversidad, disminución de fuentes de agua superficiales y subterráneas, problemas de salud de comunidades circundantes, contaminación del agua y degradación de suelos como principales “externalidades” negativas asociadas a las plantaciones forestales en el territorio.
A ello se debe agregar algunos de los efectos asociados a aserrados y fábricas de celulosa como polución atmosférica de papeleras, partículas en suspensión por altos volúmenes de aserrín; desechos y descargas de sólidos y líquidos.
La producción forestal afecta además los sistemas culturales mapuche al ya no poder acceder a bosques y procesos de mediería con vecinos y familiares, se afectan sus cultivos, la horticultura y la manutención de su ganado por la falta de acceso al agua provocada por los monocultivos de pinos que agotan los mantos y fuentes acuíferas.
Si comprendemos que los distintos ciclos de acumulación de capital primero despojaron de su territorio ancestral al pueblo mapuche, para luego tratar de convertirlo en “el granero de Chile” con una expansión agroterritorial o de colonización agrícola que agotaría tierras y destruiría los bosques, podemos entender que los ciclos previos del mercado, abrieron la necesidad y las condiciones a la vez para el surgimiento de la industria forestal, alentada y promovida por las políticas neoliberales de la dictadura. Vemos entonces que la tensión de los conflictos socioambientales tienen antecedentes de larga data siendo contradicciones estructurales del modelo de crecimiento capitalista ya que como lo plantea Jorge Veraza: “los ciclos de reproducción de la naturaleza no son tan rápidos como el ciclo de rotación del capital (…) estas diferencias suscitan necesariamente una contradicción entre el dominio del capital industrial y los ciclos biológicos del planeta”. (Veraza, 2007, 25). Esta línea de continuidad se explica con distintas formas de acumulación-producción (ligadas indisociablemente a políticas y formas estatales de organización social esencialmente en el territorio considerado como “La Araucanía”. Dichos elementos son sintetizados en el Cuadro 1.
CUADRO 1. | ||
Ciclo de acumulación | Efectos en el pueblo mapuche | Efectos en el territorio |
Acumulación por desposesión (1861-1881-1927) | Desposesión de medios de reproducción social, tierras y ganado. Arreduccionamiento, fragmentación de la sociedad mapuche. Conversión de sociedad “autosuficiente” en sociedad dependiente de la economía regional. Desarticulación de economía ganadera | Reconversión del territorio controlado por una sociedad de economía de subsistencia a control estatal y privado. Incorporación del territorio a la economía nacional y a la economía-mundo. Penetración territorial militar, fundación de puntos de acceso a través de fuertes. |
Acumulación por colonización agrícola, expansión agroterritorial
1885-1930 |
Sostenimiento dependiente. Concentración de la tierra, conversión a economía campesina minifundista. Nueva pérdida de tierras por colonos y fraudes. | Crecimiento basado en sectores agrícolas de monocultivos, ganadería y explotación maderera. Urbanización, ramales ferrocarrileros. Agotamiento de suelos y destrucción de bosque nativo. |
Desaceleración y agotamiento productivo de la colonización agrícola.
1940-1975 (estancamiento) |
Pauperización de la economía mapuche. Inicio de la migración del campo a la ciudad. Comienzo de la insuficiencia de tierras para la reproducción social mapuche. | Degradación de suelos. Degradación de bosques nativos.
Desertificación. Necesidad socioambiental de reforestación e inicio de la forestación industrial controlada por el Estado. |
Acumulación por capital forestal
1975-hasta la fecha (crecimiento y expansión industrial forestal para el mercado global) |
Privatización de la industria forestal, desposesión a comunidades mapuche. Concentración de la propiedad de la tierra en manos privadas primero y luego en corporaciones forestales.
Afectaciones a los medios de reproducción social mapuche por el agotamiento de agua (ganadería de consumo familiar, cultivos, hortalizas); afectación de las actividades de pequeña comercialización mapuche; afectación a la recolección de productos del bosque para consumo y venta; |
Reconversión del control territorial a las corporaciones forestales. Destrucción del bosque nativo. Disminución de biodiversidad y de fuentes de aguas superficiales y subterráneas, contaminación de agua, degradación de suelos. Polución atmosférica de papeleras, partículas en suspensión por altos volúmenes de aserrín; desechos y descargas sólidos y líquidos. Penetración del territorio por nuevas vías de comunicación y de proyectos energéticos y extractivistas. (intensificación). |
Los mapuche frente a la industria: recuperación de tierras y control territorial.
En la década de los noventa, el crecimiento forestal y la sustitución de bosque nativo por plantaciones de monocultivos forestales, hizo reaccionar a distintos sectores con varias formas de acción colectiva. Las organizaciones no gubernamentales como Defensores del bosque chileno, Greenpeace Chile, Fundación Terram, Instituto de Ecología Política y Bosque Antiguo integraron diversas campañas contra la destrucción del bosque nativo y acciones de incidencia en políticas públicas que lograron detener las posiciones de mayor desprotección impulsadas por los grandes empresarios. Por otro lado ha surgido la oposición de habitantes, empresarios locales, organizaciones vecinales y comunidades a varios proyectos derivados de la industria forestal, como en el caso del Comité en Defensa del Mar y las comunidades mapuche lafkenche en oposición a la construcción de un vertedero en Mehuín, de la empresa CELCO con importante resonancia local y nacional.
Sin embargo, frente a la multiplicación de conflictos ambientales en torno de la industria forestal, cabe destacar la movilización mapuche que tuvo un proceso de ascenso y auge entre 1997 y 2003 que podemos denominar como un “movimiento de recuperaciones de tierras”. La diferencia con las otras formas de acción colectiva no sólo está centrada en el protagonismo del pueblo mapuche en ellas sino en un despliegue organizativo y táctico contra corporaciones forestales y latifundistas mucho más radical y con una sofisticada interpretación y agenda elaborad por comunidades mapuche en la VIII, IX y X regiones de Chile.
Esta fase ascendente de un movimiento mapuche de recuperación de tierras de empresas forestales y latifundistas sin lugar a dudas estuvo encabezada[vii] por la Coordinadora Arauco Malleco (CAM)[viii]. La acción colectiva contra las forestales y latifundistas desde la CAM, puede resumirse a grandes rasgos en tres ejes muy definidos de actuación: 1) recuperación de tierras ancestrales, tomando colectivamente por las comunidades, fundos y terrenos considerados como mapuche hoy en propiedad de las forestales y de otros propietarios privados-; 2) defensa comunitaria de dichas tierras recuperadas –que resisten de manera organizada a la acción violenta de los cuerpos policiacos para desalojarlos de dichas tierras- por lo que el resultado son enfrentamientos comunitarios con las fuerzas del orden; y 3) acciones incendiarias y otras formas de destrucción de maquinaria, transportes, insumos e infraestructura de corporaciones forestales y propietarios privados.
Aunque cada comunidad mapuche tiene distintas reivindicaciones frente a las forestales podemos sintetizar distintos niveles de demandas y de antagonismo ante las corporaciones, destacando que las demandas comunitarias no son homogéneas:
Demandas mapuche frente a las forestales | Observaciones de la conflictividad socioambiental |
Denuncia de usurpación de tierras ancestrales. Demanda de restitución de tierras ancestrales o basadas en títulos de merced. | Tensión antagónica por la propiedad y tenencia de la tierra como forma de reproducción étnica o como base de explotación industrial para la acumulación. |
Repudio a explotación de bosque nativo por las corporaciones y a efectos derivados de la producción forestal industrial. | Tensión antagónica de distribución ecológica[ix] donde está en discusión quién debe utilizar el territorio y los bienes naturales así como las consecuencias de su explotación. |
Exigencia de control y explotación forestal por las propias comunidades mapuche. | Tensión antagónica de distribución material y de beneficios. El contraste de ricos y pobres, junto con el énfasis de la situación desesperada y precaria de las comunidades mapuche crea un tercer nivel de conflicto y a la vez pone en cuestión la riqueza basada en la explotación del territorio considerado de los pueblos originarios. |
Oposición a proyectos de inversión adicionales a la explotación forestal como capital turístico y minero. En numerosas ocasiones, los inversores de otros proyectos extractivos son los mismos del capital forestal. | La expoliación del territorio por capitales de diversa índole aceleran la asfixia de las comunidades mapuche en su territorio, creando tensiones antagónicas frente a las corporaciones y el Estado en su conjunto. |
Por su forma de acción colectiva, el movimiento de recuperaciones de tierra alcanzó una visibilidad e influencia de carácter nacional. Además de su radical repertorio de acciones colectivas, el cuestionamiento profundo y sofisticado de la Coordinadora al modelo económico y al sistema capitalista provocó una importante tensión con los grupos forestales.
Los conflictos socioambientales entre comunidades mapuche e industria forestal tuvieron mayor visibilidad en las regiones del Bío Bío, la Araucanía y Los Lagos en un periodo cuyo ascenso se origina a partir de la quema de camiones en la comuna de Lumaco en 1997 y que se extiende durante toda la década posterior. El “movimiento mapuche de recuperación de tierras” es mucho más amplio que la Coordinadora Arauco Malleco. Otras organizaciones supra e intercomunitarias como el Consejo de Todas las Tierras y la Identidad Territorial Lafkenche, además de numerosas comunidades que no participan en procesos de coordinación utilizaron la recuperación de tierras como táctica de lucha. Sin embargo son las comunidades ligadas al proceso organizativo de la CAM quienes sostuvieron largos, intensos y polarizados conflictos en el tiempo frente a las forestales y son estos conflictos donde la acción colectiva mapuche combinó la coordinación intercomunitaria, la recuperación de tierras y su defensa, así como las acciones incendiarias contra la industria. Es por ello que estos procesos de conflictividad tuvieron mayor resonancia, visibilidad e importancia. De alrededor de cincuenta comunidades mapuche en conflicto, la mayoría de ellas, además de la disputa contra latifundistas, se enfrentan a la concentración y explotación de la tierra y los bosques por Forestal Mininco, Volterra y Bosques Arauco. Más de treinta comunidades en su momento tuvieron vínculos de articulación en distintas intensidades y duración con la Coordinadora Arauco Malleco. Los conflictos que comenzaron a emerger en el ciclo reciente aparecen con claridad en 1997 –y en algunos casos desde años antes- se extienden con diversas salidas y soluciones hasta finales de la primera década del siglo XX entre los años 2008 y 2010, aunque algunos de ellos se mantienen latentes.
El movimiento de recuperación de tierras enfrentado a la industria forestal, trató de reconstruir el control territorial a partir de los pueblos y comunidades. Un control que está en manos de poderosas corporaciones y de capitales nacionales y trasnacionales. Por ello el conflicto además de su componente étnico o etnonacionalista (cuya complejidad y extensión no podemos desarrollar aquí), está anclado en una disputa por el control de los recursos y los bienes naturales, que politiza el campo de las externalidades del proceso de mercado y que disputa a través de la organización y coordinación mapuche el poder de decisión sobre el territorio. La radicalidad de la Coordinadora Arauco Malleco no puede medirse sólo en el número de tierras recuperadas o en las acciones incendiarias realizadas sino en que su exigencia no se limita a la participación o la consulta dentro del orden establecido sino a su intención por construir un nuevo orden social basado en la reconstitución de su pueblo, anclado en el territorio que hoy en buena medida es propiedad privada.
Si el conflicto mapuche tiene una dimensión socioambiental que se catapultó a la arena política nacional fue debido al proceso de coordinación entre comunidades con una estrategia y discurso radical encabezado (aunque no exclusivamente) por la Coordinadora Arauco Malleco. Las recuperaciones de tierras comenzarían a disminuir tanto en su extensión territorial así como en su reiteración a partir de 2003, cuando el Estado chileno generó una importante estrategia de criminalización y persecución contra las organizaciones y comunidades mapuche que utilizaron las recuperaciones y las quemas como eje de su acción colectiva con una oleada de recuperaciones de menor intensidad y extensión entre 2008 y 2009 para luego decaer debido al encarcelamiento de numerosos integrantes de la Coordinadora. Hasta hoy, tanto las recuperaciones como las acciones incendiarias continúan pero debilitadas e impulsadas por comunidades autónomas que no pertenecen al proceso de la Coordinadora –como el conflicto vigente en la comunidad Wente Winkul Mapu- o impulsadas por posibles desprendimientos de dicha organización. El surgimiento de nuevas coordinaciones inter-comunitarias como la Alianza Territorial Mapuche en los últimos años ha reorientado el proceso de lucha frente a las forestales y la defensa del territorio. El “movimiento mapuche de recuperación de tierras” y su dimensión “etnonacionalista” provocaron una enorme visibilidad nacional e incluso internacional del pueblo mapuche y su acción colectiva. Sin embargo a la par de esta forma de expresión mapuche se desarrollaron otros procesos de resistencia, que intentaremos explicar panorámicamente.
Los procesos locales de resistencia mapuche.
Una vez que hemos revisado la conflictividad con las empresas forestales, podemos afirmar que el movimiento mapuche ha tenido en los últimos 15 años dos grandes expresiones: el movimiento de recuperación de tierras hacia la reconstitución territorial como pueblo por un lado, y la defensa de la tierra y el territorio por comunidades mapuche afectadas por el crecimiento e inversiones mineras, de infraestructura energética, de infraestructura y comunicaciones, así como de la industria salmonera por el otro. (Destacando que estas expresiones socioambientales son sólo una parte de una pléyade de grupos y expresiones mapuche urbanas, estudiantiles, etnopolíticas, etnoproductivas, etnoculturales, etc. ). Aunque la resistencia mapuche y la conflictividad socioambiental puede encontrarse prácticamente en todo el sur de Chile, es claro que existen ciertas tendencias de crecimiento económico basadas en el territorio que han hecho reaccionar a los mapuche e iniciar las acciones de defensa de sus tierras, de su territorio y de los bienes naturales que en este se encuentran. Así, en la zona de la cordillera y del Alto Bío Bío y otros acuíferos importantes, los conflictos emblemáticos han tenido que ver con los proyectos de represas hidroeléctricas. Alrededor de las zonas urbanas los proyectos de infraestructura como aeropuertos y carreteras han obtenido numerosos casos de oposición así como la protesta por el crecimiento de vertederos de basura en zona mapuche. Por otro lado, en las zonas costeras el crecimiento de la industria salmonera y de vertederos de las papeleras ha provocado de igual forma la movilización de comunidades mapuche. La extracción minera y los proyectos turísticos se extienden de manera discontinua por todo el territorio mapuche y más allá.
Esta compulsiva expansión económica basada en el territorio y los bienes naturales tienen como base- como hemos dicho- el modelo económico primario-exportador y una aceleración de las inversiones nacionales e internacionales que intensifican el ordenamiento y expoliación territorial de las zonas araucanas y de otras regiones como forma de crecimiento pero también se originan por diversos factores estructurales.
En el caso del sector energético, el Gobierno Chileno ha impulsado una agresiva política de suministro basada en recursos renovables como la energía eólica, geotérmica y en especial, la hídrica. El impulso por esta última se ha intensificado en el sur del país sobre territorios mapuche pehuenche y huilliche primordialmente. Sin embargo el modelo de producción energética hidroeléctrica ha retomado megaproyectos de centrales y embalses de gran envergadura que no pueden ser considerados como fuentes de energía renovable por su gran impacto ambiental, denunciadas mundialmente. Además del desplazamiento masivo y la inundación de territorios mapuche, las grandes centrales hidroeléctricas han sido cuestionadas por la desertificación de tierras, la afectación grave a los ecosistemas y el control del agua orientado a fines productivos nacionales en desmedro de las comunidades locales afectadas.
En la década de los noventa, la oposición a los proyectos de Pangue y Ralco por comunidades mapuche -en especial esta última- tuvo un fuerte impacto y solidaridad nacional e internacional que hicieron saltar los procesos de resistencia local a ser verdaderos conflictos de carácter nacional. La emblemática resistencia pehuenche en el caso de la central Ralco de apenas unas cuantas familias, en especial mujeres mapuche enfrentadas a la poderosa corporación ENDESA recibió la atención mediática y el acompañamiento de numerosos sectores ambientalistas y organismos civiles. La aceptación del proyecto por las últimas familias en resistencia, después de un largo conflicto de 10 años, y finalmente la construcción de la represa inaugurada en 2004, coincide con el inicio del reflujo del movimiento de recuperación de tierras. La represión y criminalización a distintas organizaciones mapuche (en especial a la Coordinadora Arauco Malleco) es simultánea al cierre del ciclo de resistencia pehuenche en Ralco.
Más recientemente desde 2006, los proyectos hidroeléctricos promovidos por SN Power –de origen noruego- a través de su filial Trayenko SA en Panguipulli generaron la movilización de una docena de comunidades mapuche en coordinación con poblaciones y habitantes no mapuche que se opusieron a un complejo de tres proyectos hidroeléctricos en el valle de Liquiñe. La férrea oposición logró que la empresa retirara los proyectos en 2011, siendo considerado un triunfo por el movimiento mapuche.
A pesar de este emblemático caso donde una trasnacional tuvo que retirarse, numerosos conflictos han surgido por nuevas iniciativas y proyectos hidroeléctricos. En el alto Bío Bío de nueva cuenta se proyecta una central en el sector Cauñicú, a lo que los mapuche y habitantes del Valle del Queuco y de la comunidad de Cauñicú han comenzado su oposición en 2011 al proyecto de la trasnacional ENDESA. Por otro lado la central Neltume, también en Panguipulli, que inició trabajos de construcción del túnel de prospección para dicha central, provocó la oposición y movilización de comunidades de esa zona considerando a la empresa como extranjera invasora. La historia se repite en los proyectos de las hidroeléctricas en Colbún y otro proyecto más en la localidad de Curarrehue.
Como puede observarse las resistencias a los proyectos hidroeléctricos se han multiplicado en la misma proporción que las inversiones intentan instalarse en todo el territorio ancestral mapuche. La experiencia traumática de la realización de las represas de Pangue y Ralco son un fuerte ejemplo de las consecuencias de dichos proyectos sobre la población y comunidades mapuche.
Es de resaltar la resistencia a la hidroeléctrica en el río Pilmaiquén por diversos Lof que realizaron recuperaciones de tierras para impedir la realización del proyecto, junto a un discurso que reivindica de nueva cuenta el control territorial, la autonomía y la liberación mapuche con más de un año de ocupación desde 2011 por comunidades mapuche-huilliche que se instalan y defienden sitios sagrados que serían destruidos por el proyecto hidroeléctrico de Osorno.
Por otro lado la minería metálica ha comenzado también a invadir los territorios mapuche. Chile es ejemplo de reforma neoliberal con su ley minera de 1983 para inversiones en la industria de minería metálica; no sólo por el cobre sino ahora por el oro y otros metales buscados de manera intensiva por toda la Araucanía. La extracción minera por parte del capital trasnacional o nacional, como se sabe, es la actividad extractivista por definición, ya que se realiza con pocos encadenamientos productivos locales, es depredadora y devastadora ambientalmente y provoca un alto impacto social. Chile por su ubicación de cercanía a los mercados asiáticos es sumamente atractivo para las inversiones.
Desde 2004, diversas concesiones se otorgaron a empresas dentro del Área de desarrollo indígena de Lleu Lleu, que afectan importantes segmentos de las riberas del lago del mismo nombre. Minera Santa Bárbara solicitó los permisos para la explotación en la Coordillera de Nahuelbuta en la VIII región, en el sector oriente del Lago Lleu Lleu, zona de intensa organización mapuche.
En Rucañanco la explotación de escandio provocó las protestas mapuche, especialmente de la comunidad Juana Millahual – una de las 10 comunidades que serían afectadas por el proyecto- que a su vez, lucha contra las forestales. Las acciones mapuche obligaron al proyecto Manto Rojo a suspenderse en 2007. A pesar de que los inversionistas decidieron no arriesgarse, algunos empresarios exploran otros proyectos extractivos en la zona. Los mantos de hierro en los alrededores del gigantesco lago hacen aún más intensa la búsqueda y explotación de minerales, donde viven en distintas comunidades más de 2500 mapuches. Durante 2011 una nueva compra de tierras de 240 has para la explotación de Estroncio en el sector de Ponotro Tirúa, hizo que 70 mujeres mapuche iniciaran una demanda legal colectiva contra el proyecto.
En 2012, comunidades mapuche y comuneros impulsaron diversas movilizaciones contra un proyecto minero en Carahue. La empresa Cooper Capital Minera La Montaña tuvo que desistir del proyecto en el sector río Colico en la comuna de Carahue. Los mapuche junto con organizaciones ciudadanas (como la Red de acción por los derechos ambientales) y el apoyo de la municipalidad local detuvieron un segundo intento de la empresa por empujar el proyecto extractivo que pretendía una explotación de oro de 5000 toneladas mensuales.
Como podemos observar existen numerosos procesos de resistencia mapuche anclados en la defensa de la tierra y el territorio considerado ancestral, de los proyectos hidroeléctricos y de la extracción minera. Si bien estos procesos son sumamente agresivos y evidentemente expoliadores – lo que explica la oposición mapuche a desalojos forzados y contaminación en cada caso -también es indispensable señalar que la reproducción étnica está en juego en dichos conflictos.
La dimensión ambiental al igual que en el caso de las forestales, representa por supuesto una disputa material por la tierra y el territorio como base agraria para las economías de subsistencia pero también como lugares sagrados, como entorno etnoambiental de reproducción como pueblo y como reivindicación etnonacional en disputa con el Estado-Nación chileno.
La constelación de comunidades en resistencia generan coordinaciones microregionales para enfrentar los proyectos, y dependiendo de cada circunstancia y proceso local, la acción colectiva oscila entre la resistencia comunitaria con recuperaciones de tierras y cierre de carreteras hasta la defensa jurídica institucional, pasando por las reivindicaciones territoriales en el marco de los derechos humanos universales y los convenios y pactos internacionales que protegen a los pueblos originarios.
Es importante destacar el gran número de alianzas, acompañamientos y coordinaciones también con sectores ambientalistas y de habitantes locales no mapuche que en muchos casos surgen en la defensa de lo que podemos nombrar como un movimiento mapuche de afectados ambientales, que no tiene centro ni articulación sino que se expresa como una multiplicidad de resistencias, estrategias y subjetivaciones políticas.
Aunque los principales procesos de expansión económica en el territorio mapuche son como hemos visto la industria forestal y minera así como los proyectos hidroeléctricos, es indispensable mencionar que los otros grandes ejes de afectación son los proyectos de infraestructura que han generado prolongados proceso de resistencia comunitaria como en el caso de la oposición mapuche a la construcción del aeropuerto en la localidad de Quepe en la comuna Freire desde 2005 hasta la actualidad. De igual forma, la expansión urbana en la IX región ha generado un proceso que autores como Alfredo Seguel denominan “racismo ambiental” debido a la instalación de vertederos de basura en territorio mapuche donde se depositan los desechos urbanos. Los vertederos afectarían según organizaciones ambientalistas a unas 100 comunidades mapuche.
Esta panorámica de procesos permite ver el compulsivo extractivismo y la expoliación territorial que vive Chile en su conjunto –y en buena medida América latina- como eje económico de crecimiento. Este recorrido que de ninguna manera es exhaustivo deja ver con sorpresa la magnitud, extensión y gravedad de los conflictos socioambientales y deja ver por otro lado la diversa oposición mapuche en disputa por el territorio con las grandes corporaciones nacionales y trasnacionales alentadas y protegidas por el estado Chileno. Sin embargo, esa disputa por tierra, territorio y bienes naturales se realiza desde muy distintas racionalidades.
Pueblo mapuche y poder económico: racionalidades antagónicas.
En sintonía del movimiento de pueblos originarios del continente, el movimiento mapuche ha pasado en los últimos 20 años de centrarse en las demandas de reconocimiento, inclusión y reclamos de los derechos indígenas, a la defensa de la territorialidad como base de existencia de su pueblo. El movimiento mapuche de resistencia con las dos grandes expresiones que hemos tratado de identificar, sin embargo, tiene su mayor fortaleza no sólo en la cantidad y radicalidad de acciones colectivas extendidas por todo el territorio araucano sino esencialmente en una creciente radicalización en su crítica al modelo productivo y de crecimiento anclado en la expoliación ambiental.
Los procesos de desposesión, presión extractiva, grandes obras, los impactos negativos sobre el tejido de reproducción étnico y sobre la ñuke mapu (la madre tierra), han obligado a las comunidades mapuche a generar rápidos procesos de autodefensa y autoorganización, que de manera insoslayable van acompañados de la deliberación y el análisis de su propia situación. Esto los lleva en un camino reflexivo para comprender su conflicto particular que comparado con las decenas y decenas de casos similares en su territorio con otras comunidades de sus pares, rápidamente los lleva a estructurar un pensamiento complejo, antisistémico, que fortalece su propia identidad ante la invasión “huinca”, es decir la invasión mercantil y expoliadora. La preocupante situación de su pueblo en su dimensión ambiental se mezcla también con largos ciclos de lucha cuyo nueva fase se vivió desde finales de la dictadura, para tomar su fase ascendente como hemos dicho en 1997 y multiplicarse por todo el territorio desde hace unos años. El pensamiento mapuche se ha venido complejizando y su dimensión socioterritorial en abierto antagonismo frente al Estado y las industrias y corporaciones, construye un pensamiento cuyas características son dignas de resaltarse.
Surge la paradoja de que en tanto más se acelera e intensifican los procesos de desposesión y expoliación territorial más urgente se vuelve la necesidad de reconstitución ética; se vuelve una necesidad organizarse y resistir los procesos y efectos centrífugos del sistema mundo capitalista. La autodefensa los obliga a reconstituirse como sujeto o ser desarticulados como pueblo y cultura. Aunque está evidentemente en disputa el territorio físico, la mayor disputa es por la territorialidad social, es decir aquellas construcciones socio-étnicas que les han permitido sobrevivir en colectivo material y simbólicamente. Así, continúa una serie de adaptaciones étnicas al proceso de agresión económico-territorial-socioespacial para poder enfrentar su condición y situación actual. Los mapuche como otros pueblos originarios constituyen progresivamente varios elementos de subjetivación política que les permite no reconocer o aceptar el poder hegemónico de la reproducción económica, sus reglas expoliadoras de los bienes comunes. Estos contradiscursos, anclados en identidades culturales ancestrales, pero también en procesos ideológicos contemporáneos y constructos cognitivos del pensamiento “occidental”, permiten constituir un pensamiento híbrido sumamente complejo:
La disputa por el control de la tierra y sus bienes se identifica con los procesos de colonialismo interno, con un fuerte e histórico antagonismo sobre los derechos, jurisdicción, posesión y explotación territorial. Los conceptos de Pueblo y Nación les permiten reconstituirse frente al Estado chileno reivindicando la legitimidad de su diferencia pero en especial sus derechos sobre los bienes naturales en disputa.
El intenso vínculo sociocultural de los mapuche con el territorio hace de su defensa un proceso dual: al defender a la ñuke mapu se defienden como pueblo y viceversa. No sólo se trata de un ecologismo de sobrevivencia, de una autodefensa de los pobres cuidando recursos escasos; es mucho más que eso, ya que en los territorios y bienes del hábitat defendido se encuentran los espíritus, la fuerza, el newen[x], la memoria, los antepasados, las identidades y las formas de reproducción social que como pueblo poseen y los hacen ser la “gente de la tierra”, los hace ser mapuche.
Por ello, la invasión de la lógica mercantil en sus territorios no sólo es una invasión desposeedora, expoliadora, sino también una invasión desestructurante de su tejido socio-étnico, una invasión (y de ahí su referencialidad al colonialismo interno) que los despoja de las decisiones y sobre sus formas de vida. La desposesión material y física del territorio y sus bienes los convierte aún más en sujetos subalternos, en dominados por la lógica de poderosos conglomerados políticos y económicos. De ahí que la construcción, o mejor, reconstitución de un poder mapuche propio se vuelve urgente para defender el territorio y a la vez sostener procesos de libertad y autonomía ante la lógica invasiva mercantil que choca con la forma de reproducción mapuche no anclada en la máxima acumulación.
Estos, entre otros elementos hacen más compleja la dimensión ambiental del movimiento mapuche, indisociable de la construcción y reconstrucción de estructuras étnicas propias para el autogobierno. La autonomía, la reconstrucción del Pueblo-Nación mapuche es la forma de proteger su territorio y a ellos mismos a la vez.
Los conflictos socioambientales como en muchas otras partes del continente no son visibles siempre a escala nacional. Son incomprendidos y menospreciados por ello. Sin embargo si la escala de observación se enfoca en las localidades y espacialidades en disputa, podemos observar claramente fuertes antagonismos sociales pero a la vez, racionalidades alternativas como la mapuche que sin lugar a dudas constituyen una riqueza enorme. Se hace evidente también la gravedad de los impactos ambientales de la reproducción y el crecimiento económico voraz. Ese antagonismo del mercado contra los pueblos y los ecosistemas es una contradicción que está lejos de resolverse. Es una batalla por la tierra, sus bienes, por la dignidad y la vida que sobre ella se construyen.
Referencias
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[i] Desde nuestro balance, el movimiento mapuche tendría al menos 4 procesos de expresión: a) un importante proceso de asociativismo local etnocultural; b) numerosos grupos estudiantiles mapuche representados en casas y organizaciones de estudiantes mapuche; c) coordinaciones etnopolíticas inter y supracomunitarias en busca de política de reconocimiento multicultural y plurinacional; d) comunidades en resistencia al despojo y en defensa de la tierra, el territorio y los bienes naturales y e) comunidades en conflicto por territorios ancestrales. El presente artículo se centra en estas dos últimas.
[ii] Ramachandra Guha denomina a los conflictos que disputan costos y efectos como de distribución ecológica.
[iii] Mapuche, en mapundungun, (mapuzugun) lengua originaria de ese pueblo, significa literalmente “gente de la tierra”.
[iv] Estadística oficial de la Subsecretaría de Agricultura 2010. Dirección de Producción Forestal. Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Argentina. www.minagri.gob.ar
[v] Corporación Chilena de la Madera (CORMA). www.corma.cl
[vi] Puelmapu, geográficamente corresponde al espacio ubicado al oriente de la cordillera de los Andes hasta el océano Atlántico. El Gulumapu corresponde a la parte oeste del territorio mapuche, ubicado desde el océano Pacífico hasta la cordillera. Ambos son el territorio ancestral mapuche, el wallmapu.
[vii] Compartimos la tesis del protagonismo central de la Coordinadora en el movimiento contemporáneo mapuche defendida en: Fernando Pairicán y Rolando Alvarez. La nueva Guerra de Arauco. La Coordinadora Arauco-Malleco y los nuevos movimientos de resistencia mapuche en el Chile de la Concertación (1997-2009) en Una década en movimiento: luchas populares en América Latina en el amanecer del siglo XXI. eds. Julián Rebón y Massimo Modonesi. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – CLACSO, Prometeo Libros, 2011, 45-68.
[viii] La Coordinadora Arauco Malleco no es la única organización mapuche que integró el movimiento de recuperaciones de tierras. El Consejo de todas las tierras y la Identidad Territorial Lafkenche en su momento utilizaron también la táctica de la recuperación así como comunidades autónomas de cualquier organización intercomunitaria. Sin embargo, por la forma, profundidad y extensión de la acción colectiva y sus fines, podemos sostener que es la CAM quien representa con mayor nitidez una estrategia de control territorial basada en las recuperaciones. Por otro lado, han surgido comunidades autónomas que replican la forma de acción colectiva de la coordinadora, sin el impacto que esta tuvo.
[ix] El concepto de conflicto de distribución ecológica es desarrollado por Enrique Leff, o por Ramachandra Guha.
[x] En mapudungun, newen significa fuerza o energía.