El pensamiento de la Coordinadora Arauco Malleco[1]
Sinopsis: El presente artículo busca describir el pensamiento de una de las expresiones más radicales del movimiento mapuche en Chile, la Coordinadora Arauco Malleco. A partir de una comparación de las relaciones dominantes estatales y de mercado, se analizan las principales construcciones ideológicas de la coordinadora y su visión de la dominación y de la emancipación. Palabras clave: movimiento indígena, ideología, dominación, emancipación.
Synopsis: This article seeks to describe the thinking of one of the most radical expressions of the mapuche movement in Chile, the Arauco Malleco Coordinating Committee. This article starts with the comparison of the state and market dominated relations, also with the analysis of the main ideological constructions of the coordinating committee and their point of view of domination and emancipation. Key words: indigenous movement, Ideology, domination, emancipation.
La Coordinadora mapuche de comunidades en conflicto Arauco-Malleco, sin lugar a dudas encabezó[2] la fase ascendente de movilización del pueblo mapuche en Chile en los últimos 15 años. La CAM, representa un hito y un parteaguas en las reivindicaciones etnopolíticas y en las formas de acción colectiva tanto por su radicalidad y complejidad por un lado, así como por su abierto proceso de conflictividad frente al Estado chileno por el otro. La coordinadora protagonizó el movimiento de recuperaciones de tierras contra propietarios privados y corporaciones forestales en esta etapa; realizó numerosas acciones que ellos denominan de “autodefensa”[3] con la quema de maquinaria, insumos e instalaciones de dichos actores; finalmente, reivindicó un proyecto de “liberación nacional mapuche”[4], es decir un proceso de reconstitución nacionalitaria[5]. Estos tres elementos de su accionar y de su pensamiento convierten a la CAM en un actor insoslayable para comprender el movimiento mapuche en su etapa actual.
El proceso de movilización mapuche representado en la CAM, puede caracterizarse y enmarcarse como parte de la emergencia e irrupción de los pueblos originarios en todo el continente en un ciclo que va de 1992 a 2005[6] y que puede considerarse como una:
“ola contemporánea de movilización y lucha indígena [que] ha sido básicamente un movimiento general de resistencia a la ofensiva neoliberal de desmantelamiento de derechos, reestructuración estatal y apertura comercial y financiera que se ha llevado de manera similar en los países de América Latina”[7]
Tanto por sus reivindicaciones etnopolíticas y etnonacionales como por su composición, la CAM se sitúa dentro del movimiento de pueblos originarios continental. Sin embargo, por sus formas de acción política, la CAM también es parte de un movimiento rural global de las últimas décadas ya que como plantean Sam Moyo y Paris Yeros,
“los movimientos rurales actuales se apoyan, por lo general, aunque no exclusivamente, en la táctica de la ocupación masiva de tierras para asegurar su sustento inmediato, pero más todavía, confrontan el poder político sustentado en la tierra y desafían abiertamente al neoliberalismo”.[8]
Si bien el movimiento representado por la Coordinadora Arauco Malleco se enmarca en el movimiento indígena-campesino continental, estos elementos no alcanzan para caracterizar las particularidades del movimiento mapuche en antagonismo abierto frente al Estado Chileno, así como la configuración específica sobre su horizonte emancipatorio. Su accionar anclado en lo que denominan “control territorial”, sus planteamientos identitarios mapuche fuertemente arraigados, así como su proyecto de liberación nacional mapuche son tres ejes por los que intentaremos explorar y caracterizar a la Coordinadora Arauco Malleco. Sin embargo, para hacer comprensible sus propios planteamientos, es indispensable revisar los mecanismos de dominación de la sociedad chilena sobre el pueblo mapuche, mecanismos a los que responde tanto el actuar como la subjetivación de quienes militan en la coordinadora. Por ello, trataremos brevemente de aproximarnos a dichos elementos para poder contrastarlos con la propia subjetivación de la CAM y comprender entonces sus razones y forma de acción etnopolítica.
Reproducción del capital en territorio mapuche
La conversión de la territorialidad entre el Río Bío Bío y el Río Tolten, de tierras ancestrales mapuche controladas relativamente de manera estable por ese pueblo, hacia una zona agroproductiva conectada con la economía nacional y junto con ella a los vaivenes de la vocación agroexportadora de Chile[9] enlazada a la economía mundo, es la base de desarticulación –como sabemos- del pueblo mapuche a partir del siglo XIX en la ocupación definitiva del territorio mapuche entre 1881 y 1883.
El pueblo mapuche, desposeído de medios materiales (tierra y ganado) comenzaría un progresivo proceso de empobrecimiento material por un lado, pero en especial de creación de dependencia de la economía nacional y del Estado chileno. Lo que era una sociedad relativamente autosuficiente, fue rápida y abruptamente convertida en una sociedad fragmentada y dependiente del crecimiento agroexportador, proyecto centralista de colonización productiva que fue invadiendo paulatina y agresivamente el territorio mapuche.
Cuando la economía chilena colapsó producto de su dependencia de los mercados externos que sufrieron la contracción de la crisis de 1929, la Araucanía como unidad subordinada a la economía nacional, -productora para la exportación- sería arrastrada a la crisis general y junto a la caída regional, los mapuche a su vez sufrieron de la decadencia del modelo agroexportador. Encadenados a su destino, sin medios propios de reproducción material, la economía mapuche entraría también en decadencia o estancamiento convergiendo con el crecimiento poblacional en las reducciones que provocará un estrangulamiento de la precaria y dependiente economía mapuche.
El proyecto de “El granero de Chile” no sólo provocó la desarticulación de los mecanismos de reproducción social del pueblo mapuche, sino que también, agotó las tierras y destruyó el bosque nativo.
A la par de la expansión agrícola comenzó el repliegue de los bosques nativos debido a los desmontes y al uso incontrolado del fuego para abrir espacio a las grandes extensiones trigueras. Pero no sólo, ya que conforme avanzaba la expansión agrícola avanzaba la colonización de extranjeros promovida por el Estado chileno en terrenos fiscales dispuestos para la ocupación de particulares que se fuero agotando. Esto creó una tensión para colonizar nuevos terrenos fiscales, es decir nuevos terrenos boscosos.
El agotamiento de las tierras por la agricultura monoexportadora y el agotamiento del bosque nativo crearon las condiciones –y la necesidad- de la forestación; entre la década de los 50 y antes del golpe militar de 1973:
Comenzó a producirse un proceso de “modernización” de las actividades forestales y madereras, tanto a nivel de producción como de mercado. En el período, el pino insigne reemplazó como materia prima al bosque nativo en forma notable. (…) Por ello se produjo un desplazamiento territorial de la producción desde los centros tradicionales, de Cautín a Chiloé, hacia aquellas provincias, del Maule a Malleco, que poseían extensas plantaciones forestales.(…)No obstante, todo este proceso del sector forestal aún no alcanzaba gran significación en el contexto de la economía nacional. La actividad maderera no representaba todavía un pilar importante en las actividades productivas del país. [10]
La historia posterior es conocida. A partir del golpe militar, el sector industrial forestal fué relanzado por la dictadura como factor de crecimiento que entre 1975 y 1994 llegó a un promedio anual de 19.3% en el ramo. Todo ello, debido a una muy intensa política de fomento al desarrollo forestal a gran escala basada en subsidios, privatización en condiciones ventajosas para las manos privadas de la estructura de producción papelera, y en especial, el traspaso de tierras y plantaciones correspondientes a propiedades estatales y terrenos expropiados durante la reforma agraria. Del total de 10 millones de hectáreas expropiadas, 3millones ubicados en la faja costera del país fueron enajenados en licitaciones públicas[11]. La licitación de bosques fiscales, la venta de tierras forestadas estatales y la liberalización del mercado de productos forestales (eliminación de cuotas de exportación y aranceles) provocaron una enorme expansión. Este crecimiento prácticamente sin límite mantiene la premisa de crecimiento infinito en territorio y recursos finitos. Es un proceso espectacular de privatización del territorio, de traspaso de tierras destinadas a campesinos y mapuche a manos privadas que luego serán concentradas por forestales. Es un proceso de reconversión territorial para su utilización intensiva de madera y papel para el mercado global. La dictadura había logrado dejar atrás el viejo proyecto del granero de Chile estancando durante tres décadas para convertir a la Araucanía (y el sur de Chile en general) en una maderera y papelera exitosa.
Sin embargo, los efectos naturales y sociales de esta reconversión productiva, de la activación de un nuevo ciclo de acumulación basado en la producción forestal, son alarmantes. Existen muchos trabajos sobre estos efectos, pero autores como Montalba y Carrasco los enumeran de manera breve como: destrucción de bosque nativo, disminución de la biodiversidad, disminución de fuentes de agua superficiales y subterráneas, problemas de salud de comunidades circundantes, contaminación del agua, degradación de suelos como principales “externalidades” negativas asociadas a las plantaciones forestales en el territorio sin mencionar los efectos contaminantes de la industria papelera. Como si esto no fuera poco, la producción forestal afecta los sistemas culturales mapuche al ya no poder acceder a bosques y procesos de mediería con vecinos y familiares, se afectan sus cultivos, la horticultura y la manutención de su ganado por la falta de acceso al agua.
Si por un lado podemos ver que los ciclos de expansión económica despojaron de su territorio, tierras y ganado a los mapuche, los supeditaron de manera dependiente a la economía regional y nacional, para luego degradar las tierras y provocar la expansión forestal industrial que provoca severos conflictos con la población mapuche, la otra cara de las relaciones de dominación es la construcción del Estado-Nación Chileno.
Estado y Nación en Chile contra el pueblo mapuche. Destrucción del Wallmapu. Fragmentación y subordinación del Gülumapu.
Uno de los límites de las políticas de reconocimiento multicultural es su superficialidad en la explicación de fenómenos de la construcción de los Estado-Nación, y por tanto de las posibles transformaciones, reformas o políticas para enfrentar las demandas del movimiento de los pueblos originarios en todo el continente[12]. La constitución de Estados monoétnicos en el siglo XIX bajo una influencia del pensamiento racionalista, eurocéntrico y positivista que sólo podía concebir la relación de que a un Estado correspondía única y exclusivamente una sola nación, no sólo impuso una visión monocultural que se reflejó en lenguas, procesos educativos y visiones etnicistas discriminatorias, si bien estas son inocultables e insoslayables por su dimensión opresiva. Los Estados y franjas importantes de la intelectualidad están más dispuestos a resaltar estos elementos del Estado monocultural: lengua, educación, discriminación y a generar políticas de reconocimiento o de actuación en cada tema. Sin embargo, lo que el movimiento indígena continental ha denunciado (y que la Coordinadora enfatizará con su propio discurso) es que la construcción de los estados-nación impusieron no sólo una sola lengua, una sola forma de conocimiento sino prioritaria y esencialmente una sola forma de normatividad, es decir a) un solo sistema jurídico, b) un solo sistema de propiedad y c) un solo sistema de gobierno. Es decir, la conformación del Estado Nación moderno en Chile, -en toda Latinoamérica- significó la negación de las formas tradicionales de organización social de los pueblos originarios[13], es decir un ataque a la demodiversidad, que en palabras de Boaventura de Sousa Santos significa la coexistencia de diferentes modelos y prácticas democráticas,[14] imponiendo una forma única de gestión gubernamental, una estructuración social con un enérgico rechazo de la pluralidad sociocultural. Todas estas características también pueden ser conceptualizadas como relaciones de “colonialismo interno”:
El colonialismo interno corresponde a una estructura de relaciones sociales de dominio y explotación entre grupos culturales heterogéneos, distintos. Si alguna diferencia específica tiene de otras relaciones de dominio y explotación (ciudad-campo, clases sociales) es la heterogeneidad cultural que históricamente produce la conquista de unos pueblos por otros, y que permite hablar no sólo de diferencias culturales (que existen entre la población urbana y rural y en las clases sociales) sino de diferencias de civilización.[15]
Como hemos visto en la primera parte de este trabajo, la reproducción de distintos ciclos de acumulación de capital han resultado en enormes contradicciones sobre los ecosistemas y el territorio araucano, además de afectar directamente la integración social del pueblo indígena mapuche. Todo ello no hubiera sido posible sin la acción estatal, agregando también su papel en la conformación de la nación. Podríamos resumir que:
Este sistema de hegemonía en el interior de la nación, como formación social, se hace posible gracias a la acción del Estado, como estructuración jurídico-política de la nación, que va a conformarse como un poderoso factor de coerción y unificación nacional, como el instrumento político que centraliza y homogeneiza a partir del intercambio regional que se traduce en la creciente circulación de mercancías, en la producción agrícola cada vez más destinadas al comercio, en el desarrollo de las comunicaciones, en un fortalecimiento de los mercados locales y regionales que en su interrelación van a establecer el mercado nacional.[16]
Afirmamos entonces que la construcción del Estado-Nación en Chile, tiene características de reproducción etnocráticas[17], homogeneizantes y centralizantes, que reproducen relaciones de colonialismo interno de un estado monocultural diseñado y consolidado en la negación de cualquier demodiversidad, desarticulando las formas de organización social mapuche.
Si la reproducción del capital en Chile se impuso con severas características dominantes, opresivas y depredadoras, la anexión de la Araucanía se realizó con un fuerte autoritarismo étnico que buscó a toda costa durante más de 100 años desarticular las formas de propiedad colectiva mapuche por un lado y desconocer cualquier forma de normatividad y autogobierno mapuche basado en sus propias formas culturales, en sus propios usos y costumbres por el otro. Al igual que la reproducción de mercado, hay una enorme evidencia histórica sobre estos puntos y al igual que antes, dicha dinámica es vigente en el Chile contemporáneo.
Queremos resaltar el proceso que llamaremos de inclusión subordinante que el Estado chileno impulsó y sigue impulsando hasta el día de hoy. Desde la mal llamada Pacificación de la Araucanía hasta ahora. En este proceso podemos resaltar algunas líneas de continuidad histórica: a) Un proceso de subordinación y ataque a las formas de propiedad colectiva del pueblo mapuche. b) un proceso de integración forzada a través de la deslegitimación de lengua y costumbres originarias y la creación de numerosos dispositivos de integración a la nación chilena; c) una política de desconocimiento y por tanto debilitamiento y desarticulación de las formas de organización social mapuche.
Así, esta inclusión subordinante ordena y disciplina al pueblo mapuche bajo sus designios: reordena el territorio a su antojo, impone una visión mercantilizante de la tierra y sus recursos, determina desde una relación vertical (sociedad huinca-sociedad mapuche), exógena (desde marcos cognitivos civilizatorios distintos), y centralizante (desde el Estado chileno representado en la gobernabilidad de la ciudad de Santiago) sobre las formas de vida mapuche ajustadas en las reducciones e impone una camisa de fuerza a la reproducción social mapuche a partir de un orden legal fundado en el derecho positivo. Desprecia la economía y forma de reproducción de autosubsistencia mapuche al no ajustarse esta a los cánones de lo que occidente entiende por desarrollo, progreso y riqueza.
Si como hemos visto, existe un proceso de desposesión material de los medios de reproducción social mapuche que los convierte en subalternos de la reproducción económica dominante, existe a la vez un proceso de desposesión y neutralización simbólica que deja desposeídos a los mapuche de todas sus capacidades de autodeterminación. La relación vertical, exógena y centralizante (ordenadora y disciplinante) del Estado elimina o neutraliza las formas sociales subjetivas de organización social. La historia mapuche no sólo es una historia de despojo material, sino de sujeción, de desarticulación de las capacidades sociales de los pueblos originarios, de la negación de su propia potencia autodeterminante. El avance de la estatalidad sobre territorio y pueblo mapuche pasaba por el desprecio de las formas de orden social de ese pueblo. Como en muchas partes del mundo, la tradición nativa de orden social fue vista como insignificante en el mejor de los casos y como antidemocrática en el peor. Las relaciones de dominación, opresión y dependencia se desplegaron a través de la violencia armada (la invasión a la Araucanía); la sujeción y ordenamiento territorial (política de arreduccionamiento); la imposición de una normatividad liberal (distintas leyes y formas de propiedad sobre la tierra) y la integración forzada a la chilenidad (educación monolingüe, discriminación a espiritualidad y tradiciones) y en especial negación del orden social mapuche representado en su estructura propia. Se convirtió así, a una sociedad con estructuras de orden social propias, en una sociedad fragmentada subordinada al orden estatal liberal centralizante.
Desde finales del siglo XIX y hasta hoy, podemos encontrar tres tipos de políticas estatales con objetivos claramente definidos. Se pasa de procesos de liquidación de lo étnico (desarticulación, desaparición en tanto identidades diferenciadas) a procesos de integración que si bien no destruyen directamente la identidad étnica mapuche (entendida no sólo como reproducción cultural sino también política y material) avanza en una lenta desaparición de lo étnico:
Mediante la atracción, la seducción y la transformación. La política indigenista es cada vez menos la suma de acciones persecutorias y de los ataques directos a la diferencia, y cada vez más el conjunto de los imanes socioculturales desplegados por el Estado nacional y los aparatos de hegemonía por atraer, desplazar y disolver a los grupos diferentes. [18]
Dentro de las primeras, las políticas liquidacionistas, es decir, etnocidas, está el largo ataque a las formas de tenencia, gestión y regulación de la tierra por los mapuche. En las segundas podemos encontrar una serie de dispositivos integracionistas. A ello debemos sumar las políticas de subordinación, clientelismo y supeditación.
La organización sociocultural mapuche es una y otra vez erosionada, despreciada, pasada por alto, desconocida, debilitada. Los efectos pueden ser muy graves ya que la sostenibilidad etnica tal y como nos plantea Stavenhagen tiene uno de sus principales soportes en la organización sociocultural:
“la organización social como atributo de un grupo étnico es una variable que hace al grupo menos o más viable (…) [ya que] condiciona su posibilidad de supervivencia al paso del tiempo. Cuanto más estructurado sea el nivel de la organización social, más fuerte será la identidad étnica del grupo, y por lo tanto, más probable su continuidad.[19]
Quizá podemos comprender un poco mejor la subjetivación e ideologización que hace la Coordinadora Arauco Malleco cuando caracteriza su situación como opresiva, en términos de colonialidad, de relaciones de dominio del Estado y la sociedad chilena sobre su pueblo. Esta visión es clara al estudiar cómo los integrantes de la Coordinadora recuerdan y entienden su relación con el Estado Chileno. Veamos ahora este punto.
Viviendo la opresión huinca
La Coordinadora Arauco Malleco surge de la convergencia de activistas mapuche, lonkos de comunidades en lucha por la tierra y algunas organizaciones mapuche que acompañan los procesos de recuperaciones de tierras que viven una fase ascendente entre 1997 y 2002, para luego comenzar un lento repliegue hasta nuestros días. La importancia de la comprensión de la reproducción económica en el territorio de la Araucanía en las, IX y X regiones chilenas tiene que ver directamente con la forma en que los militantes mapuche que integran a la CAM evalúan y diagnostican su propia condición subalterna, su propia situación de dominación. Dicho diagnóstico será insoslayable para comprender su propia acción colectiva y su horizonte emancipatorio, su visión y objetivos de cambio para su pueblo.
El ciclo de desposesión de tierras y territorio mapuche es quizá el más enfatizado por el discurso y el análisis de los mapuche que integran la CAM. Héctor Llaitul, quizá el líder más polémico y con un discurso más complejo de la organización analiza el momento de la ocupación en el siglo XIX como:
el hecho más desgraciado porque quiebra toda la normativa social, política, ideológica, cultural y religiosa de nuestro pueblo y nos sitúa en un estado tal de sobrevivencia con los mínimos elementos. Se genera a partir de esa ocupación militar, de facto, una situación de permanente desquebrajamiento, de quiebre ideológico, de crisis…[20]
Es indispensable comprender que los integrantes de la CAM, algunos de ellos con acceso a la educación superior, combinan herramientas analíticas que pueden ser consideradas occidentales o “huincas” con los conocimientos tradicionales de las comunidades y con la propia experiencia militante en la organización. La Coordinadora considerará -como lo demuestra la opinión de Llaitul pero que se repetirá en muchos documentos- al pueblo mapuche como sometido, dominado por el Estado Nación chileno, en un permanente estado de deterioro y descomposición por la reproducción capitalista y la opresión de lo que Llaitul llama “la sociedad mayor”, es decir la sociedad chilena. Todo parte de la derrota mapuche en el siglo XIX con la dramática pérdida del territorio:
la expoliación del territorio y la derrota genocida de los mapuche con desplazamientos forzados, muerte, atomización, y el arreduccionamiento que los desvincula, los quiebra, los derrota… Se produce una crisis de tal envergadura que podemos denominarla genocida porque ya se quiebran todas las bases de esta concepción y esta mirada con relación a la tierra y se produce un estado de opresión tal, de dominación, que nosotros no solo lo caracterizamos como colonialista, de imposición del más fuerte frente al débil sino de desintegración paulatina, donde el mapuche ya no puede desarrollar estos aspectos porque no los tiene, no tiene los cerros, sus ríos, su emparentamiento, su entorno…[21]
La perspectiva de desvinculación del territorio es significada como gran catástrofe en sentido cultural y también como constitución de relación opresiva. Y es que la memoria de la ocupación, como se ha señalado en varias investigaciones, sigue presente en franjas importantes del pueblo mapuche como lo señalan jóvenes mapuche[22] integrantes de la Coordinadora quienes han participado en las acciones de autodefensa comunitaria contra forestales y que explican claramente este tema, :
“el hecho de que hace 140 años se hubiera acabado con esto de manera tan brutal no significa que ese proceso hubiera pasado al desplante de los recuerdos (por decirlo así) sino que es historia viva, la cicatriz está todavía viva (…)por ejemplo mi abuelo nació..no sé pu, alrededor de 1925, por ahí, eso implica que su papá habría ya nacido cuando inició el avance último[23] (…) eso significa que mi bisabuelo vivió todo ese proceso, de hecho mi bisabuelo decía mi abuelo que él le contaba cuando los huincas salían a correr los cercos y ellos salían con su papá a caballo a correrlos, a pelear, y peleaban y de repente volvía un peñi muerto, volvían baleados y en definitiva era una situación de violencia que a él se le transmitía no… –insisto- no como un pasado remoto, sino como una historia viva, como una cuestión que él respiraba…entonces de esa misma manera, él transmitía a nosotros…”[24]
La memoria del despojo entonces se transmite vía oral hasta las actuales generaciones, combinándola con la propia reflexión hoy de sus condiciones de vida en nuestros días. Los integrantes de la Coordinadora Arauco Malleco parecieran vivir y sentir esta asfixia de las condiciones materiales de reproducción social y cultural de su pueblo también hasta el día de hoy. Matías Catrileo, un joven mapuche de apenas 22 años que al participar en una recuperación de tierras en Yeupeko, fue asesinado por las fuerzas policiacas, explicaba así la precaria situación de las comunidades mapuche unos días antes de su muerte en enero de 2008:
[el proceso de recuperación de tierras]…es por una situación de pobreza, porque la gente está rodeada de forestales y está viviendo en un espacio de una hectárea por familia que es una cuestión en la que no se puede soportar, o sea, es muy difícil vivir en un espacio tan reducido de tierra, no se puede, no se puede, la gente tiene necesidad, la gente tiene que comer, la gente tiene que darle tierra a sus hijos, a los hijos de sus hijos…[25]
Víctor Ancalaf, vocero de la Coordinadora en la primera etapa del conflicto, en un momento de enorme efervescencia, con decenas de comunidades mapuche recuperando tierras y enfrentándose a las policías, acusado de diversos delitos, desde la cárcel, escribía al presidente Lagos en el año 2000 con la misma vehemencia que Catrileo, pero centrándose en las condiciones territoriales de depredación:
Hoy, estamos presos, por evitar el genocidio que están provocando las empresas en contra nuestra, por tratar de frenar a los mismos que talan nuestros bosques nativos, los que producen plantaciones forestales industriales, los que secan nuestras aguas y las contaminan, los que acorralan a nuestras comunidades, los que contaminan nuestros aires con sus productos químicos, los que provocan la emigración de nuestra gente de sus propias tierras, en fin, los que intentan exterminarnos para ampliar su poderío[26].
Finalmente, Avelino Meñaco, lonko de la comunidad Pascual Coña, una de las poblaciones mapuche articuladas en la Coordinadora con mayor movilización y participación comunitaria en el movimiento de recuperación de tierras, habla así sobre su lucha:
(…)La lucha es justa, sino fuera justa la pelea yo no estaría aquí. Si los peñi se levantaron es porque la situación ya no da para más. Somos pobres, discriminados y reprimidos por el Estado. Les molesta que uno sea mapuche, les da vergüenza, pero yo me enorgullezco de ser mapuche y voy a seguir luchando aunque esté amenazado de muerte, porque en esta vida hay que ser digno. (…) Total para nosotros está más que claro que este gobierno es una dictadura que ha heredado todo lo de Pinochet, la represión y el apoyo a los ricos…por ello la lucha va a continuar y que quede claro que aquí no le tenemos miedo ni a los pacos ni a nadie, porque nuestra lucha es justa y porque estamos cansados de la pobreza y de que el gobierno defienda a los ricos”[27]
Con estos breves testimonios podemos ya descubrir cómo la Coordinadora Arauco Malleco va significando y entendiendo su propia condición subalterna, su condición de dominados. Este punto es fundamental, porque lo entienden como un proceso continuo de “expoliación”, “dominación” “colonialidad”, “opresión” desde el momento de la ocupación militar hasta nuestros días constituyendo antagonismos esenciales y conflictos de intereses que son necesarios resaltar:
- Una tensión antagónica de distribución material. El contraste de ricos y pobres, junto con el énfasis de la situación desesperada y precaria de sus comunidades crea un primer nivel de conflicto que se suma a la valoración de lo justo y lo injusto.
- Una segunda tensión antagónica de distribución ecológica[28] donde está en discusión quién debe utilizar el territorio y los bienes naturales así como las consecuencias de su explotación y en especial, la tierra como base de reproducción y sustento.
- Un tercer nivel, determinante por la memoria reciente, que crea una dualidad entre una sociedad opresora y una sociedad oprimida, o mejor, un pueblo oprimido, el mapuche, anclado también en una visión del pasado que contrasta con su situación actual.
Todas estas significaciones van enlazadas al discurso y sentimiento sobre la dignidad, fundamental en los procesos de reconstitución de los sujetos subalternos y que vemos aparecer en muchos de los movimientos sociales y de los pueblos originarios del continente.
Es así que en el sentido que plantea el historiador E.P.Thompson, los hombres y mujeres mapuche viven sus relaciones productivas, históricas, materiales e inmateriales y experimentan sus situaciones determinadas a través de su cultura, su historia y expectativas heredadas y las manejan con la ayuda de sus marcos interpretativos construidos por herramientas cognitivas, memoria, historia oral y experiencias de vida. La organización colectiva finalmente sirve como crisol de estos elementos para constituir un nuevo pensamiento, una nueva interpretación de su propia condición, que construye una explicación del mundo dominante y de su propia condición subalterna. Un nuevo “rakiduam”. Las experiencias personales vividas por los integrantes de la Coordinadora, se combinan con la memoria colectiva, con las herramientas cognitivas de análisis adquiridas creando un marco interpretativo complejo, articulando ideológicamente una interpretación de su condición y formulando a partir de la deliberación colectiva organizada una respuesta. La CAM, cuenta con una amplia producción de materiales escritos; en ellos, se condensa de manera más sofisticada su propia interpretación de su condición subalterna, la formulación de su antagonismo y por tanto de conflictividad, enfatizando la reproducción económica en su territorio:
Desde el momento mismo de la invasión hemos sido objeto de la apropiación de nuestras riquezas, esta vez la invasión será definitiva y se hará sobre la base de la desestructuración del mundo mapuche con la consecuente desaparición física e ideológica de nuestras comunidades. Las inversiones forestales, energéticas, turísticas y otros no tendrán contemplación con nuestras formas de vida, como queda en evidencia en la actualidad. Dichos procesos aumentarán toda vez que la globalización de la economía obliga a las clases dominantes a refundarse. El exterminio de nuestro Pueblo es un hecho si no luchamos…[29]
El carácter antagónico leído desde la Coordinadora va creando una conflictividad de intereses entre la reproducción étnica y la reproducción económica de mercado y sus actores, las corporaciones forestales por un lado y el Estado Chileno por el otro. Ramón Llanquileo, otro de los líderes emblemáticos de la CAM, al declarar en el juicio en su contra vuelve a enfatizar este antagonismo que puede encontrarse en prácticamente todos los documentos de la Coordinadora:
“quiero dejar de manifiesto que el movimiento al cual pertenezco se enfrenta al sistema ECONOMICO que se pretende instalar en el territorio Mapuche y específicamente en la zona del Lago Lleu-Lleu.(…) en donde están involucrados miembros de comunidades Mapuche enfrentados directamente a los intereses económicos que se pretenden y que ya están instalados en el territorio Mapuche. En este caso intereses de carácter económico forestal, intereses mineros, intereses de las empresas dueñas de las aguas”[30]
La situación de desposesión, de la tierra, de la pobreza, de la utilización de los bienes naturales como el bosque y las aguas, la situación de opresión, se condensan analítica y discursivamente en las relaciones económicas y sus consecuencias, y por ello en el funcionamiento del capitalismo de manera antitética al funcionamiento cultural mapuche:
Tú no puedes volver a plantearlo sin entrar en confrontación con el capitalismo, porque no estás hablando de explotar a la tierra, no estás hablando de acumular capital sobre el uso o usufructo de la tierra, de los espacios sino que hay una concepción distinta de la tierra, lo que obliga a restituir comunidades pero en relación a una espacialidad que significa protegerlas de la depredación, de la acumulación a lo que está haciendo hoy día el capital nacional y trasnacional y los sistema de propiedad que usurparon el territorio y todavía que se mantienen en territorio mapuche. Por ello nos constituimos como un problema serio, nacional para el Estado Chileno.[31]
Se confrontan aquí dos racionalidades productivas diferentes, dos significaciones culturales encontradas: dos proyectos basados en premisas diametralmente opuestas. La coordinadora valora las culturas y tradiciones comunitarias ligadas al arraigo sobre la tierra y el trabajo que deriva de ellas como identidad de su pueblo; valora el usufructo de los recursos sólo para la reproducción y no para la acumulación; valora también algo que surge en numerosos conflictos que ellos mismos nombran con la palabra dignidad, que identifica numerosos sentimientos colectivos sobre el no sometimiento, la identidad comunitaria, el respeto y la determinación propia y, en especial, un profundo sentimiento colectivo de la justicia que no está a discusión. En suma, priorizan valores y posiciones no mercantiles, sobre su identidad, su historia y los ecosistemas. Son de alguna forma racionalidades distintas a la dominante.
Por todo ello, una de las principales características del pensamiento de la Coordinadora Arauco Malleco y que ayuda a explicar su acción colectiva en clave radical es su definición “anticapitalista” y por tanto una estrategia que ellos llaman de “RESISTENCIA MAPUCHE al sistema capitalista en el territorio ancestral mapuche”. Para ello, entonces, buscan entonces:
anteponer una fuerza social y política, pero también material y técnica que vaya de mínimas expresiones hasta formas más avanzadas de autodefensa, sin la cual será imposible contener al enemigo que es directo y cruel (…)que nos permita conseguir nuestros objetivos inmediatos, principalmente orientados en la primera etapa, a frenar las inversiones capitalistas en nuestro territorio ancestral.[32]
El campo de conflictividad se territorializa en el análisis de la coordinadora, conclusión directa de sus condiciones vividas y experimentadas en sus comunidades y regiones. Pero, como hemos visto, el campo de conflictividad se polariza al contar con una lectura de largo aliento en el que muchos militantes mapuche son conscientes de que el funcionamiento general e histórico de las relaciones económicas de mercado, han venido desarticulando, erosionando y destruyendo sus formas de reproducción social (materiales, políticas, culturales, sociales). En ese sentido, como en muchos otros casos en América Latina entonces:
La disputa en estos casos no es por extensiones de tierra, por tierra-mercancía, sino por formas de vida y organización social sobre las que se erigen construcciones simbólicas de larga temporalidad en las que el territorio, más allá de su especificidad geográfica, está cargado de tradiciones, símbolos, historias, cosmovisiones y utopías. El territorio es el lugar donde se construye la cultura, donde se produce y reproduce la intersubjetividad y la visión del mundo, donde se tejen las relaciones sociales y la posibilidad de futuro…[33]
Quizá por ello, en el pensamiento y acción de la coordinadora, tendrá una centralidad el territorio, las recuperaciones de tierras y su control colectivo.
Memoria del agravio
La CAM, como otras organizaciones mapuche, funda su discurso reivindicativo en una memoria colectiva y extendida entre las comunidades mapuche sobre tres momentos decisivos que recuerdan constantemente: a) la resistencia indígena, basada en el reconocimiento del conquistador a un pueblo y territorio autónomo en la época colonial; b) la derrota en la mal llamada “Pacificación de la Araucanía”, las reducciones de tierras y los llamados títulos de merced que les dieron una garantía de propiedad sobre la tierra y c) la memoria reciente de agravios y decepciones posteriores a la dictadura. El primer momento al que nos referimos es “recordado” de nuevo por Ramón Llanquileo:
Recuerdo el parlamento de Quilín en 1641, en esa fecha aproximadamente, posteriormente el parlamento de Tapihue viendo un poco la historia y revisándola alrededor de 1774 y este parlamento resulta interesante, porque en este parlamento la corona española reconoce una frontera con el pueblo Mapuche que es la frontera del Bío-Bío, en donde efectivamente al pueblo Mapuche se le reconoce su autonomía y por consiguiente su libertad. Y después tengo entendido que se hizo un parlamento con el Estado chileno que en este momento no lo recuerdo.[34]
Como vemos, la memoria sobre lo acontecido a lo largo de su historia, es retomada constantemente. Enrique Antileo, Miembro de la organización Meli Wixan Mapu, en su momento integrante de la CAM, narra y recuerda el momento emblemático del conflicto:
Nuestras reivindicaciones son muy antiguas, ancestrales. Son las cuestiones de la tierra, que vienen desde 1880, cuando el Estado Chileno terminó la guerra contra el pueblo mapuche y usurpó cerca de 95 por ciento de nuestro territorio. (…) Esas reivindicaciones están aún vigentes y son parte fundamental de lo que hoy es nuestra historia. (Antileo, 2006)
Se traza un eje temporal entre la vida y los hechos, un antes y un después de la derrota sufrida en el siglo XIX por el pueblo mapuche a manos del Ejército Chileno. En los documentos de la CAM se recuerda constantemente el agravio:
La brutal guerra de exterminio impuesta en la segunda mitad del siglo XIX culminó hacia 1883 con el aniquilamiento de más de la mitad de la población mapuche, el arrebato del 95% de nuestro territorio, el robo de casi la totalidad de la masa ganadera y el arrase a fuego de los cultivos a manos del ejército chileno. [35]
El llamado a una memoria colectiva, muchas veces referida en el territorio, es herramienta privilegiada para reconstruir la tradición y legitimar adhesiones o exclusiones. Así, la memoria en el caso de la Coordinadora Arauco Malleco está relacionada a los recuerdos de un territorio y sus reclamos. El conocimiento del contenido e importancia de los títulos de merced del siglo XIX ha sido transmitido de generación en generación, promoviendo todo tipo de reclamos en el periodo post-dictadura. Los testimonios de las comunidades integrantes de la CAM hablan claramente sobre el conflicto de límites basados en la memoria que aún está fresca de la política de reducciones como en el caso de la comunidad “Lorenzo Lorín de Didaico que reclama la restitución a la empresa Forestal Mininco:
Queremos recuperar, recuperar las tierras, que eran de nuestro abuelos, de nuestros antepasados (…),todavía se ven los límites, basta de echar una mirada, donde vivían nuestros abuelos, los rukawe donde vivían todavía se notan, donde las tierras quedan totalmente abonadas donde hacían rukawe, donde tenían su puebla ahí, también los límites donde se juntaba Temulemu con Didaico, Didaico y Pantano, los pozos. [36]
La experiencia colectiva de despojo y subordinación es tan fuerte que marca la identidad individual. De nueva cuenta Ramón Llanquileo describe su propia historia, alrededor de su origen que de manera insoslayable remite a la tierra, al territorio y la memoria del agravio:
Yo soy hijo de Juan Luis Llanquileo Yevilao y Emilia del Carmen Pilquiman Mariñan. Mis abuelos fueron Antonio Pilquiman Lepuman por parte mama, mi abuela Antonia Mariñan. Y por parte de mi padre Antonio Llanquileo Carilao y mi abuela Margarita Yevilao Marileo. Son nacidos en Choque, mi familia es originaria de allí, buscando el patrón genealógico puedo decir que mi familia siempre ha sido de allí. Para tratar de situar un poco el lugar donde yo vivo, es una reducción Mapuche que quedo hecha por 1920, 1910, después de haber sido expulsado de lo que se conoce como el fundo Tranaquepe. [37]
En la memoria colectiva reciente de los integrantes de la Coordinadora Arauco Malleco se recuerda sin embargo una serie de decepciones y agravios que son la base de justificación de una política radical de recuperación de tierras. En el fundo Santa Rosa de Colpi, de nueva cuenta la comunidad “Lorenzo Lorín” recuerdan sobre la toma de tierras que:
“Esta recuperación partió porque al principio tuvimos la esperanza, como siempre la comunidad, de que hubiera una solución así voluntaria por parte del gobierno o por parte de la CONADI, como según representa un poco al Pueblo Mapuche, entonces con esa esperanza nosotros partimos organizando, porque se dijo que había una plata de subsidio del Fondo de Tierras, y nosotros intentamos postular a este. Ahorramos una platita por ahí, nos costó, con harto sacrificio, ahorramos para ver si podíamos postular, pero resultó mal, nunca nos dieron una claridad tampoco, CONADI tampoco fue claro en decirnos… entonces pasamos tres años esperando, tres años que los perdimos.[38]
La historia de decepción y espera se repite una y otra vez en innumerables comunidades. El largo proceso de espera va de generación en generación, lo que de alguna manera aglutina a las comunidades que integran la CAM en una experiencia común de olvido y desprecio. El Longko de la comunidad Juana Millahual, del sector Rukañanco, de la comuna de Contulmo.[39] Recuerda así el proceso:
Primero, recurrimos a los tribunales alguna cantidad de años, apegados a los tribunales, con la idea de que a través de esa vía podíamos recuperar nuestras tierras y pasaron los años paulatinamente, y nosotros los mapuche seguíamos creyendo en esa solución, viendo las leyes, porque había esperanza y pasaron los años con 12 años de trámites en los tribunales.
El proyecto de emancipación de la Coordinadora Arauco Malleco.
Nuestra propuesta es un proceso de liberación del hombre, de restitución de la justicia para un pueblo pero con base en su propia concepción de hombre. Nosotros somos mapuche y nos queremos liberar como mapuche y eso significa rescatar, restituir y recomponer lo propio.
Héctor Llaitul. Líder de la CAM.
Si, como hemos visto hasta ahora, frente al proceso de opresión y desarticulación étnica la Coordinadora opone una línea de resistencia, por el otro lado plantea un interesante movimiento de reconstitución como pueblo que es la contracara de la resistencia. No basta resistir según su opinión sino buscar su “liberación”. Para ello, se plantea un proceso de reconstitución nacionalitaria:
La segunda línea que planteamos es la RECONSTRUCCION DEL PUEBLO NACION MAPUCHE. Se plantea esta reconstrucción con un carácter autónomo política y territorialmente, en donde la rearticulación de comunidades, permitirá mayores grados de organización (…)El concepto de Pueblo y Nación es incorporado por la dirigencia de las comunidades en conflicto, quienes ven en la defensa de sus tierras la defensa de un espacio territorial más amplio. (…) Más aún, el mayor grado de conciencia se expresa en el derecho al territorio. Aquí el uso del concepto de territorio está por sobre el de tierra, ya que en nuestra concepción “territorio” es el espacio vital de donde se proviene, se vive y se proyecta todo lo mapuche[40]
Esta primer línea se inscribe claramente dentro de un proceso equivalente a otros en América Latina, ya que la significación, la subjetivación como pueblo y como nación es un mecanismo para ponerse en pié como subalternos:
La reivindicación “nacional” que esgrimen ahora los movimientos indios, aunque tomando prestado el término y asustando a los Estados nacionales, en realidad apela a un instrumento semántico que permita aceptar que su diferencia es legítima y que merece un reconocimiento político similar al de la sociedad dominante.[41]
La reconstrucción como pueblo -como hemos señalado-se basa en su propia conceptualización de las relaciones de dominación y opresión que ellos una y otra vez resaltarán como diagnóstico de su propia situación:
La relación del Estado opresor y el Pueblo Nación Mapuche la caracterizamos de “dominación” con un permanente proceso de desestructuración del mundo mapuche en todos sus aspectos. Básicamente la imposición de una cultura dominante, winka, occidental, capitalista, en donde las ideas, los valores, la actitud penetran nuestra realidad y la distorsionan, lo cual resulta funcional para mantener intactos los intereses del sistema, donde la apropiación de las riquezas del territorio mapuche es la consecuencia. Frente a esto, levantamos la idea y la práctica de reconstruir nuestro mundo confrontándolo a la dominación. [42]
A pesar de que en el discurso de la Coordinadora existen algunos elementos etnocéntricos o de ciertos esencialismos etnicistas, de ninguna manera puede caracterizársele como de fundamentalismo étnico ya que la CAM orientará su discurso más que a la negación de “el otro chileno”, o “el otro blanco”, a la negación e insubordinación de las relaciones de opresión y dominación del Estado y del capital. No hay entonces una “fetichización” sobre la población chilena como enemiga, sino un discurso antagónico con las relaciones estatales y de mercado. Así, el discurso etnicista puede explicarse más como un mecanismo defensivo por la amenaza sobre su existencia y continuidad étnica que como un proceso discursivo de odio racial.
Si seguimos con nuestra argumentación inicial, la reconstitución nacionalitaria se vuelve el horizonte emancipatorio. Por ello, la recuperación de tierras, y lo que la Coordinadora Arauco Malleco denomina “control territorial” se volverá la piedra de toque, el punto fundamental de todo su pensamiento y acción política. De ello dependerá todo el proceso de reconstrucción y eso explicará su radicalidad en el tema de la tierra y el territorio. La Coordinadora entiende como imposible la reconstrucción de su pueblo sin el territorio, sin el control territorial. Debemos recordar que en el pensamiento de la CAM, la memoria del agravio hace legítimo su visión de despojo y el reconocimiento que en su momento los mapuche tuvieron, que implicó delimitaciones fronterizas, territorio independiente y organización social propia. Por otro lado, debemos recordar los largos ciclos de reconfiguración territorial que se vivieron a partir de la ocupación de la Araucanía y que tuvieron efectos decisivos en el proceso de reproducción sociocultural mapuche. El control territorial parecería ser la base material pero también simbólica de la posibilidad de la continuidad étnica y de la reconstitución nacionalitaria. Control territorial es posibilidad de sobrevivencia material pero también de reconstrucción cultural y en especial, de estructuras políticas propias. En sus propias palabras, la CAM sostiene que:
El territorio ancestral mapuche es la plataforma básica, absolutamente esencial para la reconstrucción de la Nación Mapuche. La no existencia de un territorio propio lo único que generaría sería el logro de autonomías relativas, de tipo simbólicas culturales e inclusive folclóricas que resultan funcionales al sistema de dominación que a la larga condena a la desaparición física e ideológica. Sin una base territorial y sin los derechos políticos inherentes es imposible la autonomía y se imposibilita el desarrollo de una política de Liberación Nacional[43]
Sobre esa misma centralidad del territorio, el antropólogo López y Rivas sostiene que:
Las identidades étnico-nacionales no se desarrollan en un vacío o en la abstracción socio-cultural; lo hacen en un territorio, en un ambiente social, cultural y territorial determinado, dentro del cual se crea una cohesión y un espíritu de grupo.[44]
Mientras que Stavenhagen plantea:
La mayoría de los miles de grupos étnicos en el mundo se identifican con algún territorio que no sólo es su ambiente vital, sino también su tierra de origen, real o mítica, en ocasiones dotada de un significado sagrado. (…) Las etnias que poseen una base territorial por lo general tienen razones más legítimas para reclamar y conservar su identidad que aquellas que carecen de ellas.(…) En general, podemos decir que cuanto más fuerte es el vínculo territorial, más fuerte es la identidad étnica del grupo. [45]
La reconstitución del territorio ancestral (wallmapu) es a la vez la reconstitución del pueblo mapuche. Territorio y pueblo mapuche están así intrínsecamente enlazados tanto en una visión del pasado como en una ruta emancipadora, liberadora hacia el futuro. Liberarse es reconstituirse como nación, como pueblo, pero en especial como sujeto político con capacidad propia, como sujeto no dependiente de la “sociedad mayor” como los integrantes de la CAM denominan a la sociedad chilena; sujeto entonces, que sale de las relaciones de opresión o dominación, que las elimina para reconstruir relaciones de reproducción etnocultural como pueblo. La liberación para ellos es la posibilidad de darse su propia figura, la capacidad de decidir su destino, la reconstrucción de estructuras propias para autogobernarse. Por ello descolonización significa no sólo desarticular relaciones de dominio que los convierten en sujetos subalternos sino en la capacidad de construir de manera autónoma estructuras etnopolíticas que les permitan no seguir siendo subordinados por el Estado chileno y por las relaciones económicas depredadoras del capital. Por ello, harán un extremo énfasis –casi obsesivo- en la reconstrucción de sus estructuras propias:
[el proceso de reconstitución]…implica el ejercicio de prácticas comunitarias, ceremoniales y organizacionales como el mingako, guillanmawun, guillatún, machitún, palin, trawun, kamarikun, nutram (…)a la vez ir rescatando y fortaleciendo nuestra estructura organizacional tradicional y los roles que cumplen determinadas personas dentro del mundo mapuche como los lonko, werken, machi, weupive, kona, dugumachife, genpin (…) la revitalización de nuestro rakiduam, kimun, religiosidad, mapudungun…[46]
El campo de conflictividad se centra entonces en el control territorial y en dos racionalidades antagónicas. Una racionalidad economicista anclada en el libre mercado que ve al territorio como mercancía, usufructo y posibilidad de ganancia y desarrollo material y otra racionalidad que le otorga al territorio una visión etnocultural además de la posibilidad de reconstitución nacionalitaria; territorio como posibilidad de reproducción social mapuche. Esto lo explica claramente Héctor Llaitul:
Esta no es una lucha solamente de soportar y buscar un reacomodo, nosotros lo que queremos es, suena tal vez feo, destruir las estructuras de dominación que dañan a nuestro pueblo, destruirlas y ahí reinstalar las nuestras, por lo tanto no es solamente resistir, sino es disputar territorialmente al enemigo para que las forestales dejen de existir. Es lo que algunos de nosotros llamamos, transformar, es decir, transformar aquello que es depredador, que es capitalista, que es estructura de dominación, que sustenta a otras estructuras de dominación y transformarlas en un espacio una territorialidad, una espacialidad para el desarrollo de otros aspectos sociales, culturales y políticos nuestros, donde el tema de la justicia, el tema de la dignidad, se confirme, sea un hecho… esa es una propuesta que nosotros desarrollamos también.[47]
Como podemos observar además, la reconstrucción de prácticas y estructuras propias etnoculturales es de manera simultánea reproducción cultural y reproducción política. Rituales, significaciones, símbolos e incluso espiritualidad sólo pueden reproducirse en el territorio y sólo pueden reproducirse a partir de estructuras políticas propias. Los tres elementos son indisociables para la reproducción étnica como hemos ya argumentado previamente. Así, la lucha y pensamiento de reconstitución nacionalitaria en la Coordinadora Arauco Malleco puede graficarse de la siguiente manera:
Podemos concluir que el proceso de pensamiento en la Coordinadora Arauco Malleco es esencialmente un proyecto de reconstitución nacionalitaria, anclado en la recuperación de tierras que permite el control territorial (material y simbólico) y que a su vez posibilita la reactivación, fortalecimiento, reconstrucción o reconstitución de prácticas etnopolíticas y etnoculturales que los van reconstruyendo como pueblo. Sólo cuando los tres elementos convergen entonces se reconstituye el pueblo nación mapuche.
CONCLUSIONES.
El pensamiento de la Coordinadora Arauco Malleco se enmarca en un proceso de largo aliento de reconstitución y re-emergencia de las identidades étnicas, como defensa y preservación ante procesos de desestructuración materiales e inmateriales de las condiciones de reproducción socioculturales provocados en una historia larga de expansión económica y relaciones opresivas de construcción del Estado-Nación. En el pensamiento de la Coordinadora son decisivas significaciones ideológicas en torno de las relaciones de dominación y opresión del mercado y del Estado denominando su propia condición subalterna como de “colonialidad”.
Otros de los ejes del pensamiento de la CAM son la comprensión e ideologización de a) una situación de fragmentación identitaria que ellos identifican como crisis permanente; b) una situación opresiva entendida como “estructuras de dominación”, especialmente referidas al Estado chileno y su ilegitimidad; c) la situación de pobreza, desposesión material y simbólica entendidas como “relaciones capitalistas”; d) una memoria del agravio, reconstruida, estudiada o transmitida en forma oral que reivindica a su pueblo y a su territorio. Estos elementos pueden describir el continente por el que se mueve el pensamiento sobre las relaciones de dominación que analiza la Coordinadora sobre el pueblo mapuche. Ante ellas, se abre una línea que ellos llaman de resistencia.
Pero por el otro lado, su proyecto emancipatorio puede ser denominado de reconstitución etnonacional, anclada en el control territorial y la reconstitución de prácticas etnopolíticas y etnoculturales hacia la reconstrucción del Pueblo-nación-mapuche. Al lograr ese objetivo, se alcanzaría “la liberación nacional”.
El pensamiento radical de la Coordinadora Arauco Malleco se sostiene en un sofisticado análisis de condiciones objetivas de dominación que se subjetivan en un horizonte de reconstrucción (anclado en el pasado) para desarticular las relaciones presentes subalternas y al reconstituir lo propio (lo étnico, entendido como reproducción material, cultural y política) alcanzar la liberación. La constitución de un sujeto colectivo autónomo, de un sujeto étnico libre de la sociedad dominante y de las relaciones estatales y de mercado es el objetivo último de la Coordinadora. Aunque con innumerables atisbos de esencialismo étnico, el pensamiento y acción política de la Coordinadora se enmarca en un proceso continental de luchas de los pueblos originarios que buscan una férrea independencia política frente al Estado, que buscan construir o reconstruir un pensamiento ideológico propio y generar procesos organizativos desde abajo que “cimenten un tipo de poder indígena contrapuesto y paralelo al poder estatal”[48]. El pensamiento y lucha de la Coordinadora es indispensable de comprender para analizar la situación del pueblo mapuche en la actualidad, las características del Estado chileno y las perspectivas de una etnia que ha sabido ponerse en pié para luchar por sus derechos, sus sueños, su identidad y sus proyectos propios.
Bibliografía.
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[1] El presente texto es parte de una investigación más amplia: “Marrichiweu: antagonismo e insubordinación por la tierra y la autonomía en el pueblo mapuche: el caso de la Coordinadora Arauco Malleco”, investigación del Posgrado de Estudios Latinoamericanos de la UNAM.
[2] Compartimos la tesis del protagonismo central de la Coordinadora en el movimiento contemporáneo mapuche defendida en: Fernando Pairicán y Rolando Alvarez. La nueva Guerra de Arauco. La Coordinadora Arauco-Malleco y los nuevos movimientos de resistencia mapuche en el Chile de la Concertación (1997-2009) en Una década en movimiento: luchas populares en América Latina en el amanecer del siglo XXI. eds. Julián Rebón y Massimo Modonesi. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales – CLACSO, Prometeo Libros, 2011, 45-68.
[3] La coordinadora afirma que: “el uso de la violencia por parte de la Coordinadora está restringido al ámbito de la defensa del territorio y de la autodefensa de las comunidades y no responde a planteamiento ofensivo alguno” (Razones de Arauco Malleco. Recuperar ahora…el territorio usurpado. Documentos de la Coordinadora Arauco Malleco). La “autodefensa” es conceptualizada por Héctor Llaitul, uno de los líderes emblemáticos de dicha organización en “Entrevista a Héctor Llaitul. Diálogo sobre antagonismo y autodefensa. 8 de marzo de 2012.”.
[4] Véase el Planteamiento político-estratégico de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco-Malleco en http://www.nodo50.org/weftun/
[5] Entrevista a Héctor Llaitul. Diálogo sobre el proyecto emancipatorio de la CAM. 29 de febrero de 2012.
[6] Esta fase es caracterizada en: Victor Toledo Llancaqueo, Políticas indígenas y derechos territoriales en América Latina: 1990-2004 ¿Las fronteras indígenas de la globalización?. En Pueblos Indígenas, Estado y Democracia. Pablo Dávalos (comp.) Buenos Aires: CLACSO, 2005, 67-102.
[7] Fabiola Escárzaga, Raquel Gutiérrez, Movimiento Indígena en América Latina: resistencia y proyecto alternativo. México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2005, 15.
[8] Sam Moyo y Paris Yeros, El resurgimiento de los movimientos rurales bajo el neoliberalismo, en Recuperando la Tierra: el resurgimiento de movimientos rurales en Africa, Asia y América Latina, eds. Sam Moyo y Paris Yeros. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2008, 47
[9] Véase: Gabriel Salazar. Historia contemporánea de Chile III. La economía: mercados, empresarios y trabajadores. Santiago: LOM, 2002.
[10] Pablo Camus, Ambiente, bosques y gestión forestal en Chile. 1541-2005. Santiago: LOM Ediciones,2006, 247.
[11] Rodrigo Catalán. Pueblo mapuche, bosque nativo y plantaciones forestales. Las causas subyacentes de la deforestación en el sur de chile. Temuco: Universidad Católica de Temuco, 1999, 48.
[12] Véanse los trabajos de Jesús Serna. El movimiento de los pueblos indios y la llamada cuestión étnico-nacional. México: Plaza y Valdés Editores, 2001 o bien. Héctor Díaz Polanco. El Laberinto de la Identidad. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
[13] Véase Héctor Díaz Polanco. Autonomía Regional. La Autodeterminación de los pueblos indios. México: Siglo XXI. 1996.
[14] Véase Boaventura De Sousa Santos. Democratizar la democracia. Los caminos de la democracia participativa. México: Fondo de Cultura Económica, 2002
[15] Pablo González Casanova. Sociología de la explotación. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2006, 198 (las negrillas son nuestras).
[16] Gilberto López y Rivas. Nación y pueblos indios en el neoliberalismo. México: Plaza y Valdés, 1996, 6.
[17] La definición de estado etnócrata es la de “un estado –nación controlado esencialmente por una etnia mayoritaria o predominante que puede ejercer una hegemonía cultural sobre el resto de la nación” bajo la definición de Rodolfo Stavenhagen.
[18] Héctor Díaz Polanco, Autonomía regional. La autodeterminación…97.
[19] Rodolfo Stavenhagen, Conflictos étnicos y Estado nacional. México: Siglo XXI, 2000, 42.
[20] Entrevista a Héctor Llaitul. Conversando sobre la dominación huinca. 8 de enero de 2012. Cárcel de Angol.
[21]Entrevista a Héctor Llaitul. Conversando sobre la dominación…
[22] Por razones de seguridad, hemos omitido sus nombres, llamando a nuestros informantes simplemente weichafes, es decir, “guerreros”.
[23] Se refiere a la Ocupación militar final de la Araucanía entre 1881 y 1883
[24] Entrevista a “weichafes”. Conversando sobre tierras, recuperaciones y la disposición a luchar. 7 de marzo de 2012. En algún lugar de la Araucania.
[25] Entrevista a Matías Catrileo. 22/01/08 http://www.youtube.com/watch?v=sgGk_BdQb7E.
[26] Victor Ancalaf Llaupe. “Carta Mapuche para Lagos. Cárcel de Temuco”, Revista Punto final no 474. 30 de junio al 13 de julio de 2000, 30
[27] Manuel Buendía.”¿limpieza étnica en territorio mapuche?” Revista Punto Final no 490. 16 de febrero al 1 de marzo de 2001, 11
[28] El concepto de conflicto de distribución ecológica es desarrollado en Enrique Leff, Saber Ambiental, sustentabilidad, racionaldad, complejidad, poder. México: Siglo XXI, 1998.
[29]Coordinadora Arauco Malleco. Planteamiento político-estratégico de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco Malleco en http://www.nodo50.org/weftun/
[30] Declaración de Ramón Llanquileo en “El Rodriguista: Información popular”. Martes 8 de febrero de 2011 en http://elrodriguista.cl/
[31] Entrevista a Héctor Llaitul. Conversando sobre la dominación…
[32] Coordinadora Arauco Malleco. Planteamiento político…
[33] Ana Esther Ceceña.. El reconocimiento de los derechos y cultura indígenas y la incompetencia del sistema política mexicano. (2002). En www.cedoz.org
[34] Declaración de Ramón Llanquileo en …
[35] Coordinadora Arauco Malleco. El pueblo mapuche y su larga lucha. SF En www.nodo50.org/weftun/
[36] Coordinadora Arauco Malleco. “Nutramkaleiñ. Conversando con dirigente de comunidad Lorenzo Lorín”. Weftun no 6. Mayo 2003. En www.nodo50.org/weftun/
[37] Declaración de Ramón Llanquileo en …
[38] Coordinadora Arauco Malleco. “Nutramkaleiñ….
[39] Coordinadora Arauco Malleco. “Nutramkaleiñ (Entrevistas). Conversando con el Lonko de la comunidad “Juana Millahual”, sector de Rucañanco”. Weftun no1. Noviembre de 2001. En www.nodo50.org/weftun/
[40] Coordinadora Arauco Malleco. Planteamiento político…
[41] Felipe Burbano. “La producción de lo étnico y la descomposición de la Nación”. En Movimiento Indígena en América Latina: resistencia y proyecto alternativo eds. Fabiola Escárzaga, Raquel Gutiérrez . Vol I. México: BUAP, 2005, 485.
[42] Coordinadora Arauco Malleco. Planteamiento político…
[43] Coordinadora Arauco Malleco. Liberación Nacional Mapuche: El pensamiento nacionalitario y autonómico. SF. En www.nodo50.org/weftun/
[44] Gilberto López y Rivas. Nación y pueblos… 125.
[45] Rodolfo Stavenhagen, Conflictos étnicos…42.
[46]Coordinadora Arauco Malleco. Planteamiento político…
[47] Entrevista a Héctor Llaitul. Conversando sobre el proyecto…
[48] Fabiola Escárzaga, Raquel Gutiérrez, Movimiento Indígena en América Latina: resistencia y proyecto alternativo VOL II. México. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. 2006, 43