Son apenas unos cientos, aunque en algunos momentos han sido más de 2 mil. Son casi todos jóvenes, blancos, aunque hay también algunos viejos e incluso oficinistas. Son pocos, parecen mal organizados y casi todos “outsiders”. No están en la Plaza Tahrir en el Cairo, abarrotada de rebeldes contra los gobiernos autoritarios; no están tampoco en la plaza Stigmata donde desde hace más de 2 años se vive una verdadera oleada de desobediencia en Grecia frente a los planes de ajustes económicos; tampoco están en la plaza del Sol en España, donde la multitud del movimiento de los indignados experimenta nuevas formas de democracia radical y de obstrucción y boicot del poder establecido. Están muy lejos de ellos. Pero hay una diferencia. Están en lo que llaman algunos, el corazón del Imperio: Wall Street, Nueva York.
Todo comenzó con el llamado de un pequeño grupo a través de la red que convocaba a ocupar Wall Street. Sólo eso. Una más de esas iniciativas que a diario los miles de cyberactivistas del mundo anglosajón despliegan por las redes sociales. Sólo eso. Incluso podía parecer una broma adolescente el convocar a acampar a las afueras del mayor símbolo del poder financiero global. Apenas unos días después OCCUPY WALL STREET, mantiene acampados a cientos de personas, muchas de ellas aglutinadas en el proceso New York City General Assemblies; se realizan protestas diariamente; prácticamente toda la prensa mundial mantiene su atención en los acampados, se comienzan a reproducir los llamados a acampar en otras partes de Estados Unidos y otros sectores, como los trabajadores, empiezan a darles su solidaridad. También han recibido el apoyo de personalidades como el documentalista Michael Moore, el hip-hopero Lupe Fiasco o el reconocido académico Noam Chomsky que declaró en una misiva a los manifestantes: La corajuda y honorable protesta que se está desarrollando en Wall Street debería servir para llevar la atención pública hacia esta calamidad y dedicar esfuerzos para superarla y llevar a la sociedad hacia un curso más saludable.
¿Las rebeliones del medio oriente y las movilizaciones de jóvenes españoles y chilenos llegan al centro del país más poderoso del planeta?. Al parecer no ha iniciado una rebelión, pero entre más cerca del poder estás, más atención de la prensa global tienes, y estos chicos, cientos, algunos miles, han comenzado a ser una piedrita del zapato. Por supuesto está bien que la gente se rebele contra gobiernos autocráticos muy lejos del desarrollo de los países industrializados. Pero otra cosa es que estos jóvenes en medio de la gran manzana comiencen a gritar y señalar al poder del dinero como ilegítima, como despreciable, como una vergüenza. El poeta alemán Bertold Brecht decía que robar un banco es delito, pero más delito es fundarlo. Parece que estos jóvenes estadounidenses acampados piensan lo mismo: “Estoy aquí porque pienso que los bancos han destruido este país y han puesto en riesgo a todos” dice una estudiante en una crónica periodística. Y es que el rescate bancario de 700 mil millones de dólares impulsado por el gobierno estadounidense equivale al total de la deuda externa conjunta de los países latinoamericanos, o bien, a más del total del costo de la guerra en Irak. Con los 700 mil millones de dólares destinados a los banqueros, podrían pagarse más de 8 veces los daños por 84 mil 645 millones de dólares que provocó en Louisiana y Missisipi el huracán Katrina en 2005. Mientras tanto, Estados Unidos sigue a la cabeza como el país más desigual del mundo donde el 1% de la población vio aumentar sus ingresos netos entre 1980 y el 2000, ¡160 veces! . Muchos de ellos están adentro de la emblemática área financiera de Wall Street. Es probable que los chicos de Occupy Wall Street no tengan un plan para salir al capitalismo, no hagan asambleas muy novedosas o carezcan de una nueva filosofía de lucha política; sin embargo, están señalando, denunciando, gritando lo que nadie se atrevió: que las ganancias y el éxito de los de arriba simplemente apesta, como rezaban algunas de las pancartas de los manifestantes. Se han atrevido a decir lo obvio pero que apenas hace unas semanas parecía imposible escucharlo en los diarios y frente al emporio financiero. Hicieron lo que otros no se animaron, o no pudieron o simplemente pensaron imposible: señalar con sus cuerpos a banqueros, especuladores e inversionistas: el corazón del capital y del imperio; y el señalamiento ha sido severo: ¡culpables!. Esa valentía, esa desobediencia, esa osadía, sea en Atenas, Madrid, el Cairo o Nueva York tiene un nombre: dignidad. Como en la fábula del rey desnudo, occupy wall street señala y grita en el corazón del imperio: ¡El rey está denudo! …
Es el señalamiento abrazador de la dignidad.