Surgieron como muchos movimientos sociales lo han hecho: el hartazgo ante los excesos del poder, la indignación frente a las acciones de quienes desde arriba mandan, han llegado demasiado lejos. Como cualquier otro movimiento, surgen diciendo ¡ya basta!, y en esta ocasión salieron a protestar frente a la mentira hecha transmisión televisiva, salieron a decir NO, ante el peligro del regreso del viejo régimen. Curiosamente fueron los mismos medios que critican quienes hicieron llegar su inconformidad a todos lados, no sin antes pasar por todas las redes sociales.
No es la primavera árabe, donde miles y miles se enfrentaron a las policías de un sistema autoritario y asesino. No son la masiva indignación española que cuestionó a la democracia realmente existente en su conjunto. No son la radical rebelión griega que no cesa, cuestionando el modelo económico, los poderes supranacionales financieros y de la Unión Europea. Tampoco son la rebelión estudiantil chilena que cuestionó al mercado y el lucro como eje de la vida nacional. Al menos aún no lo son. Son un movimiento con exigencias democratizadoras. No más, pero tampoco menos. Sin embargo, si, como plantea el historiador inglés E.P. Thompson, la conciencia se forma en la lucha, las movilizaciones de “yo soy 132” han comenzado un acelerado proceso de politización que va más allá de las exigencias democráticas alrededor de la elección.
Aunque su corazón es un sentimiento “antipeña”, el movimiento estudiantil, al llegar a Ciudad Universitaria después de sus espectaculares movilizaciones convocadas a través de las redes sociales, hizo converger dos grandes procesos juveniles: el primero es la indignación de un sector que se acerca por primera vez a la política y que exige que la democracia liberal mexicana funcione bajo reglas democráticas esenciales: transparencia electoral, medios de comunicación con información veraz, imparcial y objetiva, proceso de elecciones con equidad. Una segunda tendencia son las expresiones estudiantiles que cuestionan las políticas económicas que concentran la riqueza en unas cuantas manos, que enajenan y privatizan los derechos sociales, los bienes naturales, la tierra y el territorio, es decir, quienes cuestionan al neoliberalismo. Ahora, de manera compleja, no sin tensiones, pero siempre en un ambiente de construcción, son un solo movimiento, que se ha convertido en el dolor de cabeza de los sectores dominantes.
Y es que el movimiento democrático estudiantil surgido para sorpresa de todas y todos –incluso de sus participantes- no es que ponga en cuestión al sistema político ni al modelo económico. Ni su fuerza ni sus planteamientos alcanzan para eso –al menos, no todavía-. Sino que este movimiento, surgido desde las redes sociales cibernéticas, pone en cuestión con su propia formación la exclusividad y el monopolio de la política formal centrada y controlada por la partidocracia dominante. Lo más importante del proceso electoral 2012 es el surgimiento, la irrupción de un actor político, ese que aunque políticamente correcto, dice ¡aquí estamos! ¡queremos opinar! ¡estamos hartos! ¡queremos hacer política!. El movimiento democrático estudiantil “yo soy 132” pone en tela de juicio por su propia existencia, que la arena de lo político se dirima sólo en los medios masivos; pone, en cuestión que sólo los políticos tengan voz en esta coyuntura; pero en especial, pone en crisis la verdad hegemónica: que los ciudadanos tengan que esperar, dóciles y pasivos el día de la elección para, de manera parsimoniosa, depositar responsablemente su voto. Y es que si la verdadera democracia es la gente deliberando y decidiendo sobre lo común, entonces este movimiento pone en acción por su propia existencia una democracia desde abajo, asamblearia, donde las ideas de estos variopintos estudiantes se reúnen, se amalgaman, se tensan, se rechazan, se fusionan, creando nuevas y poderosas ideas de quienes han decidido no ser objeto de los sectores dominantes partidarios y han decidido ser sujeto político por su cuenta.
Yo soy 132 enfrenta muchos riesgos que no se sabe si tendrá la capacidad para enfrentarlos: es probable que su energía languidezca si no logra su objetivo de impedir el regreso del viejo régimen; pero también que su motivación se debilite si los sectores progresistas acceden al gobierno federal; pero aún más, si no es suficiente el horizonte de lucha de largo aliento, más allá de la elección, que se ha venido constituyendo como línea de acción. Existen muchos esfuerzos para que Yo soy 132 sobreviva al 1 de julio. No sabemos lo que sucederá. Sin embargo cuando uno ve a miles de jóvenes reunidos, discutiendo, analizando, deliberando, haciendo política desde las asambleas, sólo puedes sonreír agradecido, pensando que la rebeldía esté de nuevo en la calle, soñando y luchando por un mundo otro. Que la insubordinante política de los de abajo, está de regreso.